“¡Cortala Tincho!. Me tenés harta dejando todo tirado. ¡Te dije mil veces que laves las cosas que usás después de desayunar!”. Eso escucha Martín, no te digo a diario, pero más o menos. Desde que se mudó con su novia, está pensando seriamente en que tal vez lo que dicen sus compañeros de trabajo es verdad, y que ser desordenado no es un rasgo de inteligencia (su excusa favorita, luego de haberla leído en un burdo post de Facebook) sino más bien una cosa que perturba al más pintado.
“Deberías aprender de Juan Pablo. Me comentaba su mujer en el asado que hasta ordena sus medias por colores y le pega una trapeadita al piso los sábados a la tarde. ¡Qué genio!”. Así continuaba ella cual vitrola. A Martín le llama la atención que justamente ella, ella, marque esas costumbres como positivas cuando el día siguiente de la fiesta anual de la empresa dijo que Juan Pablo le había parecido “un estirado y un careta” en sus propios términos. En la ofi le dicen “El meticuloso”. Mentira. Le dicen “el hinchap…”.
Romina es diseñadora gráfica y por suerte coincide con que sea creativa. De lo contrario, sería un soldado de ese ejército sombrío de personas a las que les gusta justamente “eso” para lo que no tienen talento. Es una millenial, lo que equivale a ser casi un objeto de estudio en la actualidad empresaria, solo por ser joven y pretender un empleo divertido y que no le coma todo el día.
Carlitos: the boss (el jefecito). Me hace acordar a Pablito Pérez (1) es súper impulsivo y el más rabieta por lejos. No puede decirse que es un tipo intratable, pero hay que saber llevarlo. Todos le reconocen que es “El que más sabe del negocio” por lo que, si bien a veces le critican su veloz toma de decisiones, al final piensan que hizo lo adecuado.
Todos ellos conforman el “Equipo de proyecto Alfa” cuya meta es lograr que toooodo el resto de sus compañeros participe, entienda, se amigue y finalmente utilice el nuevo sistema informático que compró la empresa.
Acá es donde uno se da verdaderamente cuenta de lo difícil que suelen ponerse algunas cosas en el trabajo, cuando de golpe pasás de laburar tranqui en tu escritorio, solito y hasta con el velador que tanto te gusta que te regaló tu vieja cuando cumpliste 18, a tener que pasar tiempo con otros que poco tienen que ver con vos.
LA NEGOCIACIÓN
“Negociar”, podría ser una palabra útil en esta situación, pero para ser claros, se queda corta. Además de conciliar acuerdos hay que entender variables fundamentales que hacen a la vida y desarrollo de todo grupo (equipo en el mejor de los casos). Pasos que no pueden saltearse y que indefectiblemente, antes o después, entrarán a escena.
Ejemplo número 1: Las benditas fuerzas de atracción y dispersión. En la década del 50, Kurt Lewin, psicólogo de orientación gestáltica, identificó que en todo grupo de personas operan tendencias en sentido contrario. Dicho en buen romance, que a veces querés estar dentro (cuando pescás que junto a otros podés alcanzar cosas más grandes, o lindas, que estando solo) y otros días preferirías mirarlo desde lejos (ahí donde la limitación de la autonomía/libertad se vuelve patente). Es como si te diría que disfrutaste cuando creías ser el mejor tocando la guitarra (solo), luego formaste una banda para conseguir chicas (en grupo), y después te hinchaste porque debías adecuarte al tempo de los demás. Ese es un momento crítico, bisagra, en donde se decide la suerte posterior. Si todos deciden avanzar, luchando contra las fuerzas de dispersión, el pronóstico será favorable. De lo contrario, cada quien agarrará para su lado.
Lo anteriormente relatado sucede de forma clonada en las organizaciones. Equipos de trabajo que en una fase determinada deber vérselas con esta encrucijada. Y de lo que hagan sus miembros dependerá su destino ulterior.
EL ADN DE UN VERDADERO EQUIPO
Dijo Carlitos, en uno de esos días de buen humor, que iba a tomarles una prueba para ver “Qué tanto eran un equipo”. Así, y dentro de su rusticidad, la pegó en tres cosas claves: Primero, les preguntó si sus compañeros pedían por alguno de ellos en particular, cuando necesitaban solucionar algo. A continuación, les encargó que pensaran lo que habían hecho cuando metieron la pata en grande, allá por octubre. Y finalmente, les consultó acerca de la forma en que se organizaban las tareas.
De manera esquemática, podemos escribir tres rasgos que conforman y le dan entidad a un equipo:
A. La paradojal combinación entre Culto a las diferencias y Estandarización de las conductas. Los equipos constituidos por gente heterogénea resultan, en general, los que mejor performance demuestran en la práctica. Tenía razón el maestro Pichon Rivière cuando lo dijo. Sin embargo, las personas que le dan vida a diario, entre las cuales no solo se toleran las diferencias sino que hasta se las fomenta, están obligados a actuar hacia los demás de las formas más similares posibles. De ese modo, evitarán dar respuestas contradictorias cuando alguien requiera su ayuda desde el exterior o que se busque a un miembro en especial sobre los otros.
B. La responsabilidad compartida. Tanto ante los éxitos como ante los fracasos la responsabilidad final resulta de la combinatoria entre lo particular y lo general. La pregunta del jefe iba dirigida a si ellos buscaron los culpables o las causas que generaron el problema. Si la respuesta era por la primera, iba a ser decepcionante ya que la calidad del equipo también se demuestra cuando apunta a corregir los errores, aprendiendo de ellos con la meta clara de no repetirlos más adelante.
C. Complementariedad. No todos hacen todo. Este es un punto esencial del trabajo junto a otros. Una buena distribución de las tareas es vital para la salud grupal. Cada quien maneja una parte del proyecto, y en términos ideales, de la que más sabe y le gusta.
En este momento el Equipo de Proyecto Alfa la está peleando. Están intentando madurar hacia el momento de mayor productividad. Están atravesando esa difícil instancia de la construcción durante la construcción. Desandando ese complejo pero hermoso camino hacia la constitución de un equipo…
Fuente: El Litoral