![]() Prejuicios nada nada saludables - Profesionales08/06/2017
Prejuicio 1: Los chicos no se comprometen en sus trabajos como nosotros, los veteranos. Así es medio difícil ponerse de acuerdo. Cuando uno parte de una premisa falsa, o por lo menos sesgada, lo que sigue se pone cuesta arriba. “Imaginate cuando instalen el nuevo Sistema lo que va a pasar… Si hasta me acuerdo de sus caras cuando dieron la novedad desde arriba… Que La Compañía, a los fines de estar a la altura de las crecientes expectativas de sus usuarios ha decidido adquirir un software de última generación, capaz de conectar todas las áreas de la empresa, conociendo en tiempo real lo que pasa más allá de la ofi de cada uno… Literalmente, casi se-mue-ren…”. El que relata es Jaime, recientemente recibido de Contador. Estudió en la UNL, porque según sus dichos, le gustaba más la movida pública y también porque su papá se había graduado en el edificio de Corrientes y 25 de Mayo. De él aprendió que los cafés que sirven en la esquina son geniales pero que las conversaciones que aparecen en ese lugar son aún mejores. Este muchacho comenzó en la Organización con una pasantía permitida por la facu y (en esto las voces no son unánimes) parece que quedó por buen desempeño (hay quienes piensan que tenía onda con alguien de adentro, que le hizo la pata). Fuera de estos anecdótico-conventillescos asuntos, el hecho es que el pibe de golpe tuvo que vérselas con las implicancias de todo trabajo. Llamale responsabilidades también u obligaciones, como te guste. Y entre las mismas figuran de una manera cuasi protagónica la de vincularse con los compañeros, dentro de los cuales varios lo superan holgadamente en años. “Escoba nueva barre bien”, decía una vieja del barrio y haciendo honor al refrán en un comienzo Jaime estaba hecho un avión: súper enganchado, entusiasmado, pensaba ideas fuera del trabajo y así. Por eso, cuando le avisaron de la incorporación del nuevo Sistema pegó un salto hasta el techo. Y lo que hizo que aterrizara de golpe, como gorrioncito que pega contra el techo del quincho, fue verles las caras a sus cumpas veteranos. “30 años. 30 años trabajando acá…” repetía como una especie de mantra similar al de los fanáticos hare krishna que en una época andaban a los saltitos por la peatonal Córdoba en Rosario. “30 años y nunca una queja, nada. Nunca nada. Nunca un llamado de atención del jefe. Nunca una llegada tarde. Si las veces que falté fue solo cuando falleció la nona y me cacé esa neumonía de porquería tras el viaje a las Cataratas…”. Este lamento, monocorde, sacaba de eje a Jaime y el responsable era “El” Carlos, aunque para ser ciertos corresponde decir que era el portavoz del grupo más antiguo, que ahora estaba francamente reacio al nuevo Sistema. Un poco por el miedo propio a lo desconocido y otro poco porque los iba a sacar de su zona de confort. Se escucha por ahí que la rutina es enemiga de lo bueno, para graficar estas situaciones en los que uno medio que se adormece, tal como lo haría en una plácida siestita solo que en vez de hacerlo en una plaza, sucede en la oficina. Mezcla rara pero necesaria de Saberes, Experiencia, Historias, etc. Así, pueden distinguirse tres grandes grupos: Baby Boomers, rondando los 50: Generación X, con 30 y algo y los generadoresdedoloresdecabeza: Millenials. Como es dable pensar, cada cual tiene sus valores y manera de percibir la realidad, siendo diferente el lugar que el trabajo ocupa en sus vidas. Si para los mayorcitos éste es central, para los jóvenes es claramente secundario. El empleo necesita tener pimienta para motivarlos, y la tecnología es una cómplice perfecta de su amor. Por un lado, los del Carlos, férreos defensores del “si siempre se hizo así y anda bien, para qué cambiar” y los Jaime, enarbolados bajo la consigna de “Lo viejo no sirve para nada”. En este contexto, los libros insisten mucho sobre las hiancias y yo prefiero ir por el lado de las congruencias, resaltando los puntos comunes entre facciones. Ejemplos: 1. Necesidad de estar comunicado. 2. Vocación de reconocimiento. 3. El sentirse parte En resumen, entiendo que las categorizaciones tendientes a lograr la comprensión de los fenómenos humanos son útiles en tanto y en cuanto no agoten la riqueza de lo heterogéneo, pretendiendo una universalización que más que ayuda termina siendo un obstáculo para el entendimiento. Si asumimos la convivencia entre edades como un desafío posible y no como dilema insoportable podremos no solo aprovechar las diferencias, sino potenciarlas hasta tener reales y sólidos puntos comunes de encuentro. Fuente: El Litoral |
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