Se supone que el archinombrado “clima laboral” depende de varias circunstancias; variables o factores y no hay mucha discusión al respecto. También es sabido que la tarea en sí, o sea, aquello a lo que los empleados efectivamente se dedican es uno de los puntos críticos. Por ejemplo, si se trata de un trabajo rutinario y monótono, las chances de un clima negativo aumentan y si por el contrario, los colaboradores encuentran un espacio para el desarrollo de su talento y creatividad las posibilidades para que ello ocurra disminuyen sensiblemente.
El asunto es que, tal como sucede con tantas otras cosas, la realidad desmiente a la teoría o, en otros términos, el suelo es más concreto que el escritorio.
Si yo te digo, una agencia de publicidad vos ¿en qué pensás? ¿Qué imagen se te viene a la mente?- ¿No es, acaso, la de un grupo de personas sonrientes, haciéndose chistes mutuamente y disfrutando de la vida? Pues bien, debo decir que no. Nada más lejos de eso.
Resulta que en una ciudad del sur de la provincia, había una vez una agencia con uno de los peores climas de trabajo que me tocó conocer. Leamos a uno de sus actores principales, el Colo (25): “¿Sabés qué es una de las peores cosas de trabajar acá? Que vos te levantás bien, desayunás, tomás el cole a tiempo, etc. y llegás y te cambia el ánimo. Se te va al piso. Primero, la recepcionista que ni te saluda. Después, tus compañeros: Algunos meta quejarse del jefe, otros, criticando desde la ropa, el peinado, las zapatillas hasta la falta de capacidad de los demás. Un castigo, hermano. Apenas me salga algo me voy. No hay guita que pague esto…”.
Caro (34): “El pibe exagera. Apenas entró y ya hace berrinches. Le faltan un par de golpes que lo enderecen. Los chicos de hoy no son como nosotros, que nos bancábamos cualquier cosa viste…”.
“Es más fácil darle de comer a un león con hambre en la boca que ascender en esta empresa. Lo mejor que te puede pasar es que nadie te rete, cosa que no pasa muy seguido a decir verdad, porque nos tienen contra los palos a todos”. (Rita, 42 y 15 años como administrativa en la organización).
Tal como el lector debe imaginar a estas alturas, tampoco era toodo taan infernal. Había algunos grupitos que se juntaban cada tanto a comer un asado o a patear el sábado a la tarde. Pero la única vez que todos compartían el mismo tiempo, fuera de las paredes oficinescas, era durante la fiesta de fin de año, a la que eran invit(oblig)ados a ir.
Radiografía del asunto
Al clima laboral podemos definirlo de muchas maneras, pero en definitiva, el hueso estriba en pensarlo como aquello que uno siente al entrar a un lugar. Su ADN se compone de ciertas categorías críticas, las que si no se encuentran en su saludable medida, implicarán dificultades palpables.
Muestra de los antedichos factores son:
Relaciones entre los empleados
Calidad en la comunicación
Posibilidades de crecimiento.
Vínculos entre jefes y colaboradores
Percepción de justicia respecto del sueldo
… por mencionar a los más importantes.
En el caso bajo análisis, podemos observar la aparición de varios de estos ítems, impactando negativamente en la salud organizacional.
Muchas veces se subestima la incidencia de este tema, el que puede explicar diferentes situaciones nocivas como el ausentismo, la rotación de personal, la merma en la productividad, la escasez en la generación de mejoras, etcétera. Y fuera de toda consideración teórica, podemos estar seguros de que cuando estamos en presencia de un clima laboral negativo, nuestro bienestar psíquico, físico y emocional se verá cuestionado. Entonces, estaremos ante la responsabilidad de hacer algo al respecto y en ese sentido, existen distintas acciones que podemos desarrollar tanto a nivel personal como grupal.
En primer término, asumir que estamos en una situación problemática es el primer paso a dar. Comprender cabalmente que, de sostener el statu quo los primeros perjudicados seremos nosotros mismos. Luego, tomar un rol activo dentro de este escenario, buscando la solución más propicia para ese contexto. Recomiendo prestar especial atención a la última parte de la consigna, lo que lleva a evitar caer en idealizaciones paralizantes. Nuestro inconciente y su particular modo de funcionamiento, tiende a extraviarnos respecto de alguna nociones, buscando el tropiezo. La constante búsqueda de realidades perfectas nos impide y son un obstáculo franco para que ubiquemos acciones concretas y eficaces que, posiblemente, no derrumben definitivamente el problema pero que son capaces de operar fuertemente para disminuirlo. Ejemplo: no vamos a cambiar el carácter de nuestros compañeros, pero sí podemos modificar nuestra reacción ante sus conductas negativas. Otro: si vemos que nuestras chances de ascenso están limitadas, veamos la manera de incrementar nuestras responsabilidades, orientándonos a realizar aquellas tareas en las que nos sintamos más a gusto. O también, si notamos que la comunicación en la empresa es deficiente, generar espacios, circuitos o herramientas eficaces que puedan mejorarla.
En resumen, se trata de tomar la parte de responsabilidad que nos toca y a partir de allí, tomar cartas en el asunto. Si, de lo contrario, somos concientes de que un cambio será directamente imposible, respetémonos y busquemos otros horizontes.
Es lógico que nadie abandonará un empleo si no puede subsistir, pero que esto no opere como una excusa para fulminar nuestro deseo. Recordemos que sostener una situación negativa, con su consecuente desgaste psíquico constante, hará que al salario lo gastemos íntegramente en cubrir los gastos de la farmacia.
Fuente: EL Litoral