Más allá de cualquier otro personaje de la historieta nacional y desde su creación en los años 30, Patoruzú es nuestro símbolo. La creación de Dante Quinterno, tanto como personaje como revista y como sistema editorial creado por el propio autor, ha definido como ninguna otra las formas y los modos de nuestras viñetas. No por nada es una de las pocas historietas argentinas mencionadas en el libro 1001 cómics que hay que leer antes de morir. Aun así hasta octubre de este año, Patoruzú nunca había sido reeditado de una forma no sólo decente (hay reediciones, la mayoría de pésima calidad), sino de una forma que también dejará entrever qué hay detrás del mito y del ícono: hay una historieta realmente poderosa y dueña de un poder expansivo que se refleja en nuestra cultura y como viven sus personajes así como también en sus influencias (Astérix, sin ir más lejos, es una historieta en la que se nota que Goscinny, su guionista y creador, leyó la publicación de Editorial Dante Quinterno S.A.). Pero ahora eso cambio gracias a la Colección Patoruzú, de Ediciones Assisi.
En sus primeros dos volúmenes, las reediciones van desde el año de su origen (el primer libro, 1935-1937) y desde la edición de Patoruzú como revista el segundo (Nuevas Aventuras 1936-1938). Ambos tomos, cuidados y sentidos, no son otra cosa que volver a ver la obra de Dante Quinterno por su valor antes que por estela, y para entender ese funcionamiento y nueva vida es capital hablar con el responsable del asunto, el director artístico de la Colección Patoruzú, el historietista y curador Pablo Sapia.
Más allá de cualquier otro personaje de la historieta nacional y desde su creación en los años 30, Patoruzú es nuestro símbolo. La creación de Dante Quinterno, tanto como personaje como revista y como sistema editorial creado por el propio autor, ha definido como ninguna otra las formas y los modos de nuestras viñetas. No por nada es una de las pocas historietas argentinas mencionadas en el libro 1001 cómics que hay que leer antes de morir. Aun así hasta octubre de este año, Patoruzú nunca había sido reeditado de una forma no sólo decente (hay reediciones, la mayoría de pésima calidad), sino de una forma que también dejará entrever qué hay detrás del mito y del ícono: hay una historieta realmente poderosa y dueña de un poder expansivo que se refleja en nuestra cultura y como viven sus personajes así como también en sus influencias (Astérix, sin ir más lejos, es una historieta en la que se nota que Goscinny, su guionista y creador, leyó la publicación de Editorial Dante Quinterno S.A.). Pero ahora eso cambio gracias a la Colección Patoruzú, de Ediciones Assisi.
En sus primeros dos volúmenes, las reediciones van desde el año de su origen (el primer libro, 1935-1937) y desde la edición de Patoruzú como revista el segundo (Nuevas Aventuras 1936-1938). Ambos tomos, cuidados y sentidos, no son otra cosa que volver a ver la obra de Dante Quinterno por su valor antes que por estela, y para entender ese funcionamiento y nueva vida es capital hablar con el responsable del asunto, el director artístico de la Colección Patoruzú, el historietista y curador Pablo Sapia.
El material que se ve en los libros posee un valor extra y Sapia lo deja bien claro: "Es profesional, personal, de Quinterno y después llega el estudio". Dice Sapia: "Quinterno siempre vio el negocio. Para ir al Quinterno puro, tenés que ir al de La Razón, donde él empieza a colaborar con los grandes de ese momento, el Mono Taborda y Arturo Lantieri. Quiere crecer y pegar el salto. Crea Don Julián de Montepío. Inventa a Patoruzú. Quiere hacer dibujos animados, no le gusta, se va a alrededor del año 1933 a hacer intermedios para los hermanos Fleischer en Estados Unidos y así trabaja en el dibujo animado de Popeye. Quinterno ganaba 200 dólares por su contrato con Bayer y allá ganaba 5 dólares con los Fleischer: quería aprender. El Quinterno más Quinterno es el de La Razón. Después perdió el absurdo en pos, creo, de un look más internacional".
El trabajo de año y medio de Sapia, que tenía como antesala la digitalización de varias Patoruzú realizadas por amor y por interés por él mismo, implicó trabajar a veces hasta sobre fotocopias o creando trazos de los que no existía registro. Incluso esa pasión fue la que convenció, con un libro hecho para que ya se tuviera una idea del objetivo, a la familia Quinterno de finalmente dar luz verde a la producción. "Les decía que había que hacer con su papá lo que se hizo con Molina Campos: sacarlo de su objeto, en ese caso los almanaques, y hacer que ocupe el lugar como artista que le corresponde".
Fuente: La NAción