Frente a los prejuicios y la falta de oportunidades, Silvia, madre de un adolescente con Síndrome de Down, abrió una pizzería atendida sólo por chicos con esa condición
Aunque quizás no le falten motivos para entristecerse por la falta de oportunidades que enfrenta su hijo Ramiro como tantos otros chicos con Síndrome de Down, Silvia Madueño eligió en su lugar cambiar la realidad. Hace dos meses y sin ninguna experiencia previa en el rubro gastronómico, abrió en Tolosa una pizzería para que Ramiro y otros chicos con su condición hagan su primera experiencia laboral. Con todo, la apuesta de Silvia va más allá de simplemente introducirlos en el mundo del trabajo: quiere que el mundo del trabajo vea lo que son capaces de hacer.
“La abrimos porque no había ningún emprendimiento inclusivo en La Plata, pero ante todo porque a Ramiro le encanta cocinar y desde chico soñaba con tener un restaurante o una casa de té”, cuenta Susana, una de las responsables de “Un lugar especial”, la primera pizzería de La Plata atendida exclusivamente por personas con Síndrome de Down.
“De chico hice un curso de cocina en el IGA (Instituto Gastronómica de las Américas) y siempre me gustó cocinar: además de pizzas, hago tartas de coco, pastafrolas, alfajores de maicena y lemon pie para vender”, cuenta Ramiro Lynn, quien pese a su capacidad no había tenido hasta ahora ningún empleo formal.
“Hoy no es fácil conseguir trabajo y menos si tenés Sindrome de Down. El desconocimiento y la desconfianza acerca de los que ellos pueden hacer se convierten al final en un obstáculo para darles la oportunidad de que puedan demostrarlo”, explica Susana, quien a falta de capital para afrontar el alquiler de un local, optó por montar la pizzería en su propio jardín.
Como tantas otras “casas abiertas” -un modelo de emprendimiento gastronómico que viene ganando terreno en los últimos años-, “Un lugar especial” funciona por un sistema de reservas vía Facebook o Whatsapp. Y aunque no tiene más promoción que el boca a boca, ha llegado a tener “hasta 80 personas por noche”, reconoce Susana señalando uno de los motivos que más la enorgullece: el hecho de que muchos de esos clientes se hayan ido sorprendidos por la calidez y la calidad de la atención.
“Es el mejor ejemplo que se puede dar para promover una verdadera inclusión. Mucho más efectivo que andar diciendo que nuestros hijos pueden hacer esto o lo otro es darle la gente la oportunidad de que lo pueda ver. El camino de la inclusión pasa más por mostrar que por decir”, afirma Sabrina, la mamá de Valentín, uno de los mozos, que tiene 18 años y está por terminar el secundario en el colegio Monseñor Rasore.
“Lo que más me gusta es preparar las mesas y llevarle la pizza a la gente”, cuenta Aldana, otra de las mozas, que tiene 19 años y aspira a comprarse con su sueldo y las propinas que le dejan los clientes “una batería para aprender a tocar”.
Para Aldana, que este año egresa del secundario en una escuela de educación especial, la pizzería no es su primer trabajo. “Antes había estado trabajando de moza en el restaurante de unos amigos en la costa y el año pasado hizo una pasantía en Boloqui”, cuenta Nelly, su mamá, quien reconoce sin embargo que “no es fácil que le den la oportunidad de mostrar lo que puede hacer”.
“Aunque con sus propios tiempos, pueden hacer lo mismo que cualquier empleado y además tienen un plus -afirma Susana más como encargada de la pizzería que como mamá-: se toman muy en serio el trabajo, son puntuales y respetuosos, y nunca van a atender a nadie de malhumor”.
“Mejor que andar diciendo lo que nuestros hijos pueden hacer es que la gente lo vea”
Fuente: El Día