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“La escuela debe recuperar la escucha, la palabra y la filosofía” - Universitarias

19/04/2011

El profesor Celso De Souza analizó los problemas de violencia en los establecimientos y relató su experiencia de trabajo en la búsqueda de un compromiso mayor por parte de los estudiantes

escMucho se ha hablado en las últimas semanas sobre violencia escolar y la manera en que la problemática puede ser enfrentada y prevenida desde la sociedad en general y el sector educativo en particular. Un docente santafesino participó de la IV Conferencia Mundial sobre Violencia en la Escuela que se realizó hace unas semanas en Mendoza y expuso una experiencia local sobre cómo abordar los problemas sociales que los adolescentes llevan a las instituciones educativas con el objetivo de construir aulas donde la calidad educativa sea posible.

Celso Délfor De Souza Nunes es profesor de Filosofía y, en la actualidad trabaja en el instituto superior Nº 8 Almirante Brown y en las escuelas Nº 510 y Nº 265. Además es investigador en el área educativa. En diálogo con Diario UNO, el docente detalló los alcances del trabajo realizado y analizó algunas problemáticas que enfrenta la institución educativa en la actualidad.

Sobre la investigación indicó que el disparador fue “la gran deserción de profesores que tenemos en las escuelas, sobre todo en las marginales, donde hay muchas problemáticas educativas. En la investigación quisimos saber si los profesores estaban capacitados para resolver conflictos. Ahí vimos que la formación que se trae de los institutos y universidades es sobre cómo dar clases con un alumno pasivo, dispuesto a aprender. Y en las escuelas la realidad es diferente. Hay problemas, no hay escucha de los alumnos entre ellos ni a los profesores y se perdió el valor de la palabra. Entonces las dificultades surgen a partir de la falta de diálogo”.

—¿Por qué se da esa situación?

—Frente a las realidades que hay en las familias de los alumnos, la escuela termina siendo un lugar social donde se va por el comedor, para pasar el tiempo o por los planes sociales. Desde ahí surge una propuesta pensada sobre cinco pilares. Porque vemos la educación desde la inteligencia emocional porque pensamos que esos niños necesitan ser recuperados a partir de las emociones que nos permiten poder solucionar conflictos más fácilmente. Por otro lado, trabajamos el tema de las relaciones. Nos parecía interesante que ellos se puedan conectar entre sí a partir del juego pero, fundamentalmente, de compartir su historia. También abordamos el contenido porque vimos que había una ruptura entre los libros que vienen de Buenos Aires y su realidad. Los chicos necesitan herramientas para trabajar sus problemas. Entonces arrancar de contenidos muy altos carecía de significados porque no hay una conexión entre lo que traían de la casa y lo que se les da.

Otro punto encarado, explicó el profesor, fue la evaluación “porque veíamos que en general los chicos salían mal en esa instancia y pensamos dos maneras de hacerla. Por un lado individual, donde el alumno tenía que tener la carpeta completa y conocer los contenidos. También recurrimos a que ellos se pusieran sus notas y los chicos decían si sabían o no. Entonces vimos la posibilidad de aprobarlos en el primer trimestre pero con el compromiso de que en una semana o dos tenían que llevar todo completo y la verdad es que lo hacían, nos buscaban para mostrarnos las carpetas. Se revalorizó la oportunidad de la responsabilidad”. Y agregó: “La otra evaluación era grupal y consistía en comentar con sus compañeros qué no habían entendido e intercambiaban métodos de estudio”.

Por último, indicó que se recurrió a la materia filosofía, no entendida como historia sino desde la problemática filosófica; es decir, tomar la cultura y poder recuperarla. Porque, según detalló, los chicos han perdido la posibilidad de interrogarse, creen que todo lo que saben es verdad absoluta y es necesario que rompan eso.

—¿Desde lo organizacional qué problemas identificaron?

—Una de las problemáticas que habíamos visto es que las aulas tenían muchos chicos y los profesores desarrollaban problemas emocionales. Se quejaban porque no podían dar una actividad educativa. Y por otro lado veíamos que a 5º año llegaban nueve o 10 alumnos. Así entendimos que no podía haber una buena calidad educativa en tanto los profesores estén sobrepasados por la realidad. Y nuestra propuesta es tener un máximo de 20 alumnos.

—¿Cuál es la clave para empezar a pensar en una escuela que forme ciudadanos del siglo XXI?

—El sistema educativo debe recuperar la escucha, la palabra y la filosofía que nos permite tomar como objeto la cultura, reflexionarla y replicarla. Creo que hay un gran problema sobre el cual los políticos se tienen que hacer una revisión porque son ellos los que fomentan el no respetar las normas, la palabra, la función que les da el pueblo. Ellos mismos desvalorizan el ser humano.

—¿Cómo sigue el trabajo?

—Estamos haciendo un seguimiento de los alumnos que empezaron a trabajar con nosotros en 4º año y ahora están estudiando en la universidad o institutos terciarios para ver qué problemáticas enfrentan. Por otro lado, queremos aplicar los cinco conceptos que para nosotros son básicos (autoestima, relaciones, contenido, evaluación y filosofía) en la escuela Nº 265 Yapeyú. Ya presentamos el proyecto para empezar a trabajar allí con los tutores, preceptores, profesores, porteros, directivos y la sociedad. Queremos que la escuela sea abierta y podamos recuperar la comunidad dentro del curso, la ciudadanía.

Sanciones y disciplina

—El planteo de los 20 alumnos es un reclamo de los docentes desde hace décadas. ¿Cree que hay posibilidades reales de concretarlo?

—Hay algunas cosas que tenemos que tener en cuenta. Por un lado, la realidad social nos está desbordando. En ese sentido, uno puede enfrentar el panorama, dialogando con las personas que están en esa realidad. Hoy la mayoría de las decisiones se toman desde un gabinete pero no se sabe qué pasa de verdad. Si esto no se trabaja, el gobierno va a seguir gastando dos o tres sueldos en cubrir a los docentes que se enferman. Se termina pagando el mismo costo. Si se fuera más estratégico en Educación, pondrían las aulas que se necesitan y se ahorrarían tener que reemplazar a los educadores que están estresados o depresivos por tener que enfrentar lo que sucede en las aulas. En la actualidad es difícil estar en un aula, es desbordante tener 40 alumnos y que unos se estén pegando, otros escapando por la ventana, otros tratando de estudiar y otros hablando de sus cosas. Creo que la problemática educativa es muy actual y la escuela es la única oportunidad de muchos chicos para sociabilizarse. Si se deja de actuar tarde o temprano vamos a pagar todos como sociedad porque ya estamos viendo la violencia en su máxima expresión. Hay que plantarse frente a estas realidades para ver cómo hacemos para ayudar a estos alumnos y que no se conviertan en el foco de la problemática social.

—Eso se vincula también con el tema de la disciplina en el ámbito educativo. Más allá de los cambios conceptuales que hay en la educación, se sigue recurriendo a la firma y a la amonestación, son sanciones que terminan no siendo significativas para los alumnos…

—Yo estuve en una escuela en la que un chico tenía una navaja en el cuello del otro. Cuando ingreso al aula empezamos a dialogar y logramos que baje el arma. Al momento de hablar del tema con la directora, me propone amonestarlo. Desde mi punto de vista estos chicos están acostumbrados a ser sancionados. Entonces decidimos hablar con él y le dimos la oportunidad de armar con el compañero un trabajo sobre cómo solucionar conflictos dentro del curso y generar la paz. Así que estuvieron que exponer la problemática y eso generó la posibilidad de hablar en el aula sobre todos los problemas que había allí. Hay mecanismos para hacerlo, las sanciones para esos chicos no tienen sentido. Hay que cambiar conceptos respecto a la disciplina en los docentes, directivos y supervisores.

—¿Y en otros chicos con realidades no tan difíciles, sí es significativa la sanción disciplinaria?

—Creo que hay que recuperar el diálogo. En otras escuelas, como las privadas, la sanción es el requisito número uno. Cualquier cosa que pase o que el docente vea tiene que sancionar. Son políticas dentro de la escuela. El tema de si representa un dolor el ser sancionado es relativo, hay lugares en los que todavía tiene impacto en los chicos y otras que no. Cada escuela es una realidad distinta.

“En ese sentido –continuó–, es importante volver sobre el rol del padres que no se asume como tal sino que se siente un niño más. En lugar de preguntar qué pasó con su hijo viene a acusar al docente. Actúan como los defensores de los chicos y creo que es porque hay mucha culpa dentro de los padres. De alguna manera todos buscan la culpa en alguien, incluso algunos profesores. Esto es un problema de todos, no sólo a la institución educativa sino también a la familia, a la comunidad en general y a los políticos. Por eso uno a veces cuando habla a los chicos de estas cosas tiene que separarlas de los ejemplos que dan los políticos o que hay en la sociedad. Se perdió el valor de la palabra, y eso también sucede con la televisión donde no hay los controles suficientes. Entonces los chicos encima de que no tienen padres miran todo el tiempo mala televisión”.

Fuente: Diario Uno

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