![]() El Museo de Ciencias Naturales destacó el valor nutritivo de los insectos - Ciencia y Técnica04/06/2013
El Museo de Ciencias Naturales destacó el valor nutritivo de los insectos Expertos de la División de Entomología sostienen que mientras en algunas regiones del planeta provocan repugnancia, gran parte de la población mundial los incluye dentro de su menú diario y lo considera un manjar tradicional. Enfocan en la cuestión cultural. La idea de comer insectos provoca repugnancia y es rechazada por las sociedades occidentales en general, pero gran parte de la población mundial los incluye dentro de su menú diario y lo considera un manjar tradicional, informó el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. La entomofagia, o la ingesta de insectos como alimento, es una práctica tan antigua como la presencia del hombre en la tierra. Usualmente, las dietas de este tipo han tenido lugar en regiones donde los vertebrados escasean, favoreciendo el desarrollo de un menú altamente insectívoro, especialmente cuando tienen un gran tamaño o conforman enjambres masivos y abundantes. Sociedades enteras se alimentan de insectos elaborados de los más diversos modos en lugares tan distintos y lejanos entre sí como Australia, Perú, México, África Central, China, Japón, Indonesia y Tailandia. Cálculos actuales estiman que los artrópodos representan a más del 75 por ciento de los animales que existen en el planeta, registrándose alrededor de un millón de especies, entre las que destacan coleópteros, dípteros, himenópteros y lepidópteros. Los insectos surgieron hace 430 millones de años y su extraordinaria capacidad adaptativa, reproductiva y singularidad estructural, los ha convertido en excelentes sobrevivientes de los avatares climáticos y de las profundas transformaciones ambientales naturales y humanas a lo largo de los años. En el artículo “Insectos comestibles: ¿un recurso alimentario del futuro?”, publicado en la revista Ciencia e Investigación, las investigadoras de la División de Entomología del Museo de La Plata, Marta Loiácono y Cecilia Margaría, señalan que la amplia distribución territorial de los insectos también se debe al “alto número de especies, su habilidad para volar y su resistencia a las enfermedades”. Si bien su distribución no excluye casi ningún clima ni hábitat terrestre, las especies comestibles se concentran, según Loiácono y Margaría, en los bosques tropicales, siendo los más apreciados aquellos de mayor tamaño, tales como ciertas especies de orugas de mariposas o larvas de escarabajos. A la abundancia general de los insectos se suma su alto valor nutritivo, el aporte vitamínico, la riqueza en proteínas y grasas no saturadas en todos sus estados de desarrollo, como huevos, larvas, ninfas, pupas o adultos, convirtiéndose en el alimento principal de las dietas de muchos pueblos y sociedades. Tal es así, que muchas especies “constituyen valiosas fuentes proteicas, algunas más ricas que muchas carnes”, con un “bajo contenido de colesterol y grasas insaturadas semejantes a las del aceite de oliva y de girasol” y ricos en vitamina B, suplemento con frecuencia deficiente en las dietas de las regiones tropicales. Loiácono y Margaría sostienen que “además del valor nutritivo, se agrega su buen sabor; es conocido que muchos saben a nuez o a tocino, como las larvas que atacan la madera; otros, al no tener un sabor peculiar, toman el de los ingredientes con los cuales se los prepara”. Por otro lado, “en América Central y Sudamérica, existe una amplia tradición culinaria sobre el uso de insectos. México es uno de los países donde su consumo es costumbre establecida en gran parte de la población y el número de especies comestibles asciende a mas de 500”, destaca Loiácono. Los insectos se procesan de modo diverso y pueden ser hervidos, freídos, marinados, cocidos, molidos en forma de pasta o enlatados; existe una gran variedad de recetas disponibles y en los últimos años se han popularizado los restaurantes especializados en su elaboración, pero en algunos casos no va más allá de la simple curiosidad gastronómica. En Argentina, Loiácono dice que “la costumbre de comer insectos fue practicada por distintas comunidades originarias. Los mocovíes comían langostas fritas o asadas, grandes hormigas cortadoras y piojos; los indios del Chaco se alimentaban a base de orugas fritas de la palmera caranday y en la cultura Mmbya-guaraní de Misiones, distintos grupos de insectos formaban parte de su dieta”. La investigadora agrega que “recientemente, el consumo de insectos ha sido recomendado en un informe publicado por la ONU, que considera que los mismos son una fuente de proteínas que forma parte de la dieta de al menos de 2.000 millones de personas y que hay en ellos todavía un gran potencial por explotar como alimento”. “Considero que en nuestro país el consumo de carne vacuna está muy arraigado y la alternativa de la ingesta de insectos es una opción todavía muy lejana; la población actual parece muy aferrada a sus tradiciones y será difícil superar esta barrera cultural. De todos modos, todas las fuentes de proteínas serán bienvenidas y en un futuro los insectos serán considerados como alimento principal en las dietas humanas”, concluye Loiácono Fuente: El Día La idea de comer insectos provoca repugnancia y es rechazada por las sociedades occidentales en general, pero gran parte de la población mundial los incluye dentro de su menú diario y lo considera un manjar tradicional, informó el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. La entomofagia, o la ingesta de insectos como alimento, es una práctica tan antigua como la presencia del hombre en la tierra. Usualmente, las dietas de este tipo han tenido lugar en regiones donde los vertebrados escasean, favoreciendo el desarrollo de un menú altamente insectívoro, especialmente cuando tienen un gran tamaño o conforman enjambres masivos y abundantes. Sociedades enteras se alimentan de insectos elaborados de los más diversos modos en lugares tan distintos y lejanos entre sí como Australia, Perú, México, África Central, China, Japón, Indonesia y Tailandia. Cálculos actuales estiman que los artrópodos representan a más del 75 por ciento de los animales que existen en el planeta, registrándose alrededor de un millón de especies, entre las que destacan coleópteros, dípteros, himenópteros y lepidópteros. Los insectos surgieron hace 430 millones de años y su extraordinaria capacidad adaptativa, reproductiva y singularidad estructural, los ha convertido en excelentes sobrevivientes de los avatares climáticos y de las profundas transformaciones ambientales naturales y humanas a lo largo de los años. En el artículo “Insectos comestibles: ¿un recurso alimentario del futuro?”, publicado en la revista Ciencia e Investigación, las investigadoras de la División de Entomología del Museo de La Plata, Marta Loiácono y Cecilia Margaría, señalan que la amplia distribución territorial de los insectos también se debe al “alto número de especies, su habilidad para volar y su resistencia a las enfermedades”. Si bien su distribución no excluye casi ningún clima ni hábitat terrestre, las especies comestibles se concentran, según Loiácono y Margaría, en los bosques tropicales, siendo los más apreciados aquellos de mayor tamaño, tales como ciertas especies de orugas de mariposas o larvas de escarabajos. A la abundancia general de los insectos se suma su alto valor nutritivo, el aporte vitamínico, la riqueza en proteínas y grasas no saturadas en todos sus estados de desarrollo, como huevos, larvas, ninfas, pupas o adultos, convirtiéndose en el alimento principal de las dietas de muchos pueblos y sociedades. Tal es así, que muchas especies “constituyen valiosas fuentes proteicas, algunas más ricas que muchas carnes”, con un “bajo contenido de colesterol y grasas insaturadas semejantes a las del aceite de oliva y de girasol” y ricos en vitamina B, suplemento con frecuencia deficiente en las dietas de las regiones tropicales. Loiácono y Margaría sostienen que “además del valor nutritivo, se agrega su buen sabor; es conocido que muchos saben a nuez o a tocino, como las larvas que atacan la madera; otros, al no tener un sabor peculiar, toman el de los ingredientes con los cuales se los prepara”. Por otro lado, “en América Central y Sudamérica, existe una amplia tradición culinaria sobre el uso de insectos. México es uno de los países donde su consumo es costumbre establecida en gran parte de la población y el número de especies comestibles asciende a mas de 500”, destaca Loiácono. Los insectos se procesan de modo diverso y pueden ser hervidos, freídos, marinados, cocidos, molidos en forma de pasta o enlatados; existe una gran variedad de recetas disponibles y en los últimos años se han popularizado los restaurantes especializados en su elaboración, pero en algunos casos no va más allá de la simple curiosidad gastronómica. En Argentina, Loiácono dice que “la costumbre de comer insectos fue practicada por distintas comunidades originarias. Los mocovíes comían langostas fritas o asadas, grandes hormigas cortadoras y piojos; los indios del Chaco se alimentaban a base de orugas fritas de la palmera caranday y en la cultura Mmbya-guaraní de Misiones, distintos grupos de insectos formaban parte de su dieta”. La investigadora agrega que “recientemente, el consumo de insectos ha sido recomendado en un informe publicado por la ONU, que considera que los mismos son una fuente de proteínas que forma parte de la dieta de al menos de 2.000 millones de personas y que hay en ellos todavía un gran potencial por explotar como alimento”. “Considero que en nuestro país el consumo de carne vacuna está muy arraigado y la alternativa de la ingesta de insectos es una opción todavía muy lejana; la población actual parece muy aferrada a sus tradiciones y será difícil superar esta barrera cultural. De todos modos, todas las fuentes de proteínas serán bienvenidas y en un futuro los insectos serán considerados como alimento principal en las dietas humanas”, concluye Loiácono Fuente: El Día
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