![]() Ciudate, Querete, disfrutate - Interés general31/10/2010 El libro Sexualidades adolescentes (amor, placer y control en la Argentina contemporánea), de Daniel Jones, investiga los paradigmas juveniles del interior del país sin prejuicios y con una mirada que va más allá del cuidado y la prevención y se aventura en la búsqueda del placer adolescente. Según lo que él investigó, los varones siguen presionados para debutar, pero las chicas no encuentran un nuevo modelo de mujer aunque buscan sus propios resquicios para disfrutar sin prejuicios.
Aunque Daniel se dedicó a investigar sobre los viejos y nuevos paradigmas que rondan, rodean o rozan el deseo. Desde hace 14 años vive en Buenos Aires. Estudió Ciencias Políticas y se doctoró en Ciencias Sociales en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y miembro del grupo de Estudios Sobre Sexualidad del Instituto Gino Germani. La carrera de escalones plagados de títulos y papers se mixturó con su origen. Se propuso estudiar a los adolescentes. Pero no pudo dejar al adolescente que dejó en Trelew, sino volver a él, para encontrarlos a ellos y ellas: la generación juzgada (por libertina), sobreestimada (por creer que no hay que hablarles de sexo porque saben de sexo porque son adolescentes de hoy) y acorralada (porque si se les habla de sexo es para prevenir rayos y centellas provocados por el sexo). Y decidió salir de la idea de enseñarles a los adolescentes para también escucharlos a modo de aprendizaje. “Por eso te digo; el hacer el amor es amor mutuo y listo”, le dijo Andrés de 18 años, durante su investigación. La diferencia entre su estudio y otros estudios es que pudo poner su propia historia –y dejar las varas de la mirada severa y adulta– para analizar el presente y pensar en modificar el futuro en el libro Sexualidades adolescentes (amor, placer y control en la Argentina contemporánea) de ediciones Ciccus y Clacso que, además, lo llevó de vuelta a su pueblo natal, para que también su diferencia estuviera puesta en hablar en y desde el interior de un país en donde todas las geografías –como todos los cuerpos– siguen sosteniendo diferencias. “A las chicas siempre las critican que son atorrantas porque estuvieron con tal o porque son feas o porque son gordas”, explícita Luciana, de 17 años. “Se sigue reputando de manera distinta a varones y mujeres aunque tengan el mismo comportamiento (como acostarse con muchas personas) y eso no se modificó desde que yo era adolescente”, asienta Daniel Jones. Hoy las chicas están incitadas a ser sexies como las modelos mediáticas, pero son mal vistas si disfrutan de su sexualidad. ¿Cómo hacen para condensar todos esos mandatos? ¿Cómo se las arreglan entonces? ¿Cuáles son esos resquicios? Una chica de 16 años me contaba: “Yo me quedo callada para que se dé cuenta de que no la estoy pasando bien” y algunos tipos lo registran y a otros no les importa nada porque están concentrados en la penetración. En los adolescentes uno ve reflejado fenómenos y tendencias que persisten entre adultos: el egoísmo en la cama y la despreocupación por el placer del otro. ¿Qué pasa con los varones? La disponibilidad sexual permanentesigue operando como mandato pero no como realidad. EL ARBOL DEL SEXO Entre los adolescentes y los adultos hay lazos. Entre la adolescencia y la adultez de Jones también. No sólo volvió a su ciudad natal –donde fue adolescente– para investigar a los adolescentes. Además, su primer hijo nació el mismo día de mayo del 2010 en que su libro llegó a las librerías. “Ante la pregunta fácil, no planté un árbol, porque vivo en Congreso, así que no hay posibilidades”, se ríe. Vamos a buscar otra pregunta fácil: ¿Por qué decidiste investigar sobre sexualidad? En ese momento se llegaba a la sexualidad porque estudiabas problemas de salud, pero no a la sexualidad en su riqueza y su complejidad. Cuando tuve que elegir un tema de mi doctorado, a fines del 2002, pensé en alguna dimensión que interpelara mi propia biografía. Y como había sido un adolescente de clase media, en Chubut, pensé que hacer una tesis sobre este tema me permitiría visibilizar la sexualidad adolescente –que siempre es vista como problemática y no como fuente de placer– y siempre desde la Capital Federal y no desde el interior y, a la vez, revisar mi propia historia. ¿En qué te hizo revisar tu adolescencia estudiar a los adolescentes? No me reviso en clave autoayuda o psicoterapia, sino como un disparador para que nos sirva a repensar a los adultos sobre el rol de nuestra palabra. ¿Cómo se hace para no caer en el prejuicio de hablarles a los adolescentes desde un saber por encima de ellos? ¿Qué cambió desde tu juventud a tu adultez? En la mayoría de mis congéneres el debut sexual no era parte de una relación afectiva: era un encuentro y nada más. ¿Y ahora? Siempre hay algún entramado de afectividad que da un sentido diferente a ese debut. La afectividad de la que hablás rompe con el estereotipo mediático de chicas peteras y de chicos sexópatas. –Son mucho más variados los modelos de adolescentes que los que nos proponen esos estereotipos mediáticos. ¿Qué pasa con el sexo oral entre los adolescentes? Vos decís que el escenario de la sexualidad no es tan apocalíptico como se piensa. ¿Sacarlos del lugar de peligro también tiene una connotación política de revalorizar a los adolescentes como sujetos? Pareciese que la sexualidad adolescente es un problema porque necesariamente lleva al embarazo o a la trasmisión de VIH y la sexualidad adolescente supone amor y placer. Fuente: Página 12 |
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