Leer no sólo nos transporta a otras realidades y hace que ampliemos nuestro conocimiento: también nos preserva del riesgo de deterioro cognitivo, de la pérdida de memoria y de la demencia en general. Así, al menos, lo sostienen distintos estudios difundidos en los últimos días y que buscan explicar las razones que hacen de la lectura una herramienta clave para la salud mental. ¿Por qué leer es tan bueno para nuestro cerebro?
Cada vez más interesada en estudiar la relación entre lectura y mente, y cómo la ficción puede llegar a mejorar la salud mental de una persona, la ciencia viene dando varios ejemplos e indicios sobre los beneficios de una lectura sostenida en el tiempo. Uno de los más recientes es el de la New School for Social Research, cuyos investigadores descubrieron una conexión entre la Teoría de la Mente -la habilidad de una persona de saber lo que está pensando otro-, y la lectura de un pasaje de ficción literaria. Saber lo que piensa o siente otra persona, se explica, es un factor clave para construir relaciones sociales exitosas. Por lo tanto, de acuerdo a este equipo de investigadores, si bien leer sea una actividad solitaria puede mejorar -y mucho- la vida social de la gente.
“Toda actividad que implique un esfuerzo cognitivo ayuda y trae beneficios para nuestra salud mental”, aporta la neuróloga platense Diana Cristalli, para quien tanto el entrenamiento cerebral como la estimulación a partir de actividades intelectuales “son grandes avances para el hombre actual, dado a que en esa estimulación se ejercitan las funciones mentales superiores que incluyen la memoria, la atención y la percepción”.
“Leer es una gran manera de expandir nuestro horizonte de experiencias”, sostiene el psicólogo Raymond Mar, para quien “hay similitudes en la forma en que el cerebro reacciona al leer sobre algo y experimentarlo”
En sintonía con esta mirada, el Departamento de Gerontología de la Universidad de Kentucky realizó hace años una investigación con 678 monjas que se sometieron a estudios psicológicos y neuropsicológicos durante toda su vida y luego donaron el 100% de su cerebro al morir por una razón clara: poder ver cuáles eran sus alteraciones cerebrales. Las novicias tenían que escribir un diario y esos diarios fueron luego analizados.
“Aquellas que tenían una riqueza de lenguaje y empleaban un vocabulario extenso, con frases mejor construidas, se volvieron menos dementes que las que tenían una escritura pobre”, apunta el neurólogo Guillermo García Ribas, quien cree además que un cerebro activo no sólo realiza mejor sus funciones, sino que incrementa la rapidez de la respuesta.
“Mientras leemos -explica-, obligamos a nuestro cerebro a pensar, a ordenar ideas, a interrelacionar conceptos, a ejercitar la memoria y a imaginar, lo que permite mejorar nuestra capacidad intelectual estimulando nuestras neuronas”.
Lo que dice el experto y comparte la mayoría de sus colegas es bien conocido: con la lectura y la escritura creamos imágenes sobre aquello que estamos leyendo o escribiendo, por lo que fomentamos así la imaginación.
“Leer es una gran manera de expandir nuestro horizonte de experiencias”, sostiene por su parte Raymond Mar, doctor en psicología de la Universidad de York, en Canadá, donde hace poco también se estudió el comportamiento del cerebro cuando una persona lee y, de acuerdo al seguimiento de la actividad cerebral al momento de la lectura, se concluyó que leer la historia de un personaje en una novela es casi igual a vivirla.
“Hay evidencia de que cuando uno lee, la mente crea o recuerda objetos que se asemejan a la descripción”, sostienen los hacedores de la investigación canadiense. “Básicamente -explican-, si se lee una rica descripción de una escena, se podrá ver la activación cerebral en la corteza visual. Hay similitudes entre percibir y leer acerca de la percepción”.
Así las cosas, uno de los hallazgos de este trabajo es que, de acuerdo a los primeros estudios, el cerebro no parecería distinguir muy claramente entre leer sobre la experiencia de un personaje de ficción y vivir esa actividad en la vida real.
“Aparentemente hay similitudes en la forma en que el cerebro reacciona al leer sobre algo y experimentarlo”, explicó Mar, quien precisó además que, cuando una persona lee que un personaje ficticio está realizando determinada actividad, las áreas del cerebro que se activan son las mismas a las que esa persona utiliza para llevar a cabo esa acción.
“Como sabemos -concluye el investigador-, cuando leemos una historia cuyo protagonista enfrenta una situación peligrosa o temerosa, nosotros también sentimos miedo”.
Al margen de esta experiencia, en lo que todos coinciden es en la poderosa herramienta que resulta la lectura -como así también otras actividades intelectuales- para retrasar el deterioro cognitivo y fortalecer así la salud de nuestro cerebro.
Fuente: El Día