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Industrias creativas: ¿se puede vivir de la cultura?

22/08 |

Con la innovación como motor, y el fomento del Estado en alianza con privados, se expanden distintos sectores de producción cultural

"¿Son las ciudades los grandes motores de innovación, los modelos económicos y sociales de progreso que los optimistas celebran, o son sólo zonas de creciente desigualdad y división de clases? La realidad es que son ambas cosas", asegura Richard Florida en su nuevo libro The New Urban Crisis: How Our Cities are Increasing Inequality, Deepening Segregation, and Failing the Middle Class. Quince años después de The Rise of the Creative Class, que lo pondría en el mapa como uno de los urbanistas más reconocidos a nivel mundial, Florida vuelve esta vez para pintar el lado oscuro del crecimiento de la llamada "clase creativa".

Habla del sector de diseñadores, desarrolladores, arquitectos, escritores y artistas que, con el auxilio de la tecnología y nuevas formas de trabajo, estaban llamados a desplazar a industrias tradicionales en la generación de recursos y estilos de vida. Una hipótesis que desmienten los crecientes niveles de segregación y desigualdad en muchas grandes (creativas y diversas) ciudades del mundo.

En otros lugares (incluido nuestro país), las industrias creativas aparecen sin embargo como un objeto de políticas públicas de fomento y un elemento clave para crear una "marca ciudad", como se intenta en Buenos Aires. Mientras subrayan el potencial económico y simbólico de estas industrias y su capacidad de derramar conocimiento sobre las más tradicionales, los expertos también señalan el riesgo de confundir emprendedorismo con autoempleo.

"El crecimiento de las llamadas industrias creativas tiene que ver, en cierta medida, con el ocaso de las economías basadas en el modelo de una industria pesada nacional en el Estado de bienestar. No sólo acá, sino a nivel global. El ejemplo paradigmático aparece en el Reino Unido. Allí se vio temprana y crudamente en las políticas implementadas durante el período de Margaret Thatcher, marcado por la protesta en las calles de los mineros y otros obreros, que expresaban la contracara del viraje hacia una economía de servicios. No obstante, esas industrias son un claro caso de éxito: actualmente, las industrias creativas del Reino Unido crecen más que el resto de la economía británica y tienen una participación del 5-6% del PBI. Es un sector orientado al comercio global, que expresa aproximadamente el 9% de todas las exportaciones del Reino Unido. Es limpio, es cool; la pregunta es: ¿podemos replicar esa fórmula en la Argentina?", contextualiza Paula Miguel, profesora e investigadora de la Universidad de Buenos Aires.

Según los datos del Sistema de Información Cultural de Argentina (Sinca), las industrias creativas representan el 2,5% del PBI ($ 107.391 millones generó el sector en 2015) y aproximadamente el 2,9% del empleo total. Se define como industrias creativas a los sectores de la economía que trabajan en producir, reproducir, promover y comercializar bienes y servicios con contenido cultural, en áreas como audiovisual, editorial, contenidos digitales, diseño, artes escénicas, plásticas y música. Un dato no menor es que estas industrias emplean sobre todo a uno de los segmentos con más dificultades para insertarse laboralmente: las mujeres jóvenes.

Santiago Marino, director de la maestría en Industrias Culturales, Políticas y Gestión de la UNQ, sugiere su doble cualidad material y simbólica. "Las industrias son parte del entramado económico de los países. En su actividad producen y diseminan contenidos que organizan la construcción del capital y de las competencias culturales y simbólicas de las sociedades. Son articuladoras de sentido e inscriben su accionar en las tensiones propias de sociedades contemporáneas: complejas y mediatizadas."
Descentralizar

Una industria que es un caso testigo exitoso en nuestro país es la del videojuego, que además se está posicionando regionalmente en toda América latina (se exporta el 95% del total desarrollado aquí) y que, según estimaciones de la Asociación de Desarrolladores de Videojuegos de Argentina (ADVA), tiene una facturación anual de $ 500 millones. "Es más que la industria del cine y la música juntas; esta industria ya se ha ganado un lugar entre las más tradicionales", explica Martina Santoro, presidenta de ADVA y CEO de Okam Studio.

Es, además, un ejemplo interesante para pensar formas de productividad adaptadas a la realidad del siglo XXI porque, entre otras cosas, se compone de una cadena de trabajo interdisciplinaria. "Nunca fue más fácil acceder a la tecnología para trabajar en estas industrias ni distribuir lo que se crea, con Google apps, Steam y otros métodos más ágiles. Es importante ver cómo dentro de estas industrias algunas ya han logrado formalizarse o estructurarse de una manera en la que de pronto tienen integrantes en sus equipos que se han enfocado en finanzas, administración de empresas o recursos humanos."

La ADVA funciona también en Córdoba, Mendoza, Tucumán, Misiones y Santa Fe, y a esos lugares llevarán su Exposición de Videojuegos de Argentina, que se realizará en el Centro Cultural de la Ciencia. En ese lugar también se realizará, en octubre, el encuentro MICA (Mercado de Industrias Culturales de la Argentina), organizado por el Ministerio de Cultura, como escenario para el desarrollo de negocios en seis sectores: artes escénicas, audiovisual, diseño, editorial, música, y videojuegos.

Desterrar la noción de que todo pasa por Buenos Aires es necesario, y puede ser complejo. En la Argentina, una iniciativa actual es la Red de Ciudades Creativas (RCC), cuyo objetivo es visibilizar y fortalecer los ecosistemas creativos de ciudades del país que generalmente quedan opacados por Buenos Aires. "Hoy trabajamos con 54 ciudades. Articulamos el sector público con el privado, y trabajamos con emprendedores culturales para que cada ciudad sea un lugar donde el talento encuentre oportunidades. La producción de cada sector se sostiene en una cadena con diferentes eslabones, todos muy relevantes", cuenta Mora Scillamá, directora nacional de Industrias Creativas del Ministerio de Cultura.

El consorcio audiovisual Film Andes (www.filmandes.net) en Mendoza es otro exponente de lo que está pasando en el interior. Mendoza se posiciona como un distrito audiovisual fuerte por su diversidad paisajística, su atractivo turístico y climático, y su posición geoestratégica, que supo tener a mediados del siglo XX un estudio estilo Cinecittá en el que se filmaron muchas películas. Aquí, Marcelo Ortega y Juan Pablo Astie armaron un cluster de más de 25 empresas del rubro audiovisual y de los videojuegos, que promovidos por el Ministerio de Producción de la Nación y con aporte del BID, planean abrir en Godoy Cruz un polo audiovisual que rescate esta herencia.

"Las industrias creativas son uno de los sectores en más rápida expansión a nivel mundial y serán las que lideren el desarrollo económico de las sociedades del futuro. El cine, las artes visuales y del espectáculo, el diseño, el turismo y el patrimonio cultural conforman un gran conjunto de actividades que, de manera encadenada, permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios que pueden ser fuente genuina de desarrollo", dice Ortega.

En Santa Fe, otra de las "ciudades creativas" de la RCC, en cambio, el fortalecimiento se está dando por el lado del diseño. Allí no sólo se intenta consolidar a la provincia como referente en esta área (por las últimas ediciones de Diseña Santa Fe ya pasaron medio millón de personas), sino que se han recuperado muchos espacios de la ciudad que van a destinar -algunos ya lo están haciendo- a oficios vinculados a industrias creativas. "Los fondos se implementarán a través de tres líneas de acción: mejorar las líneas de producciones y el acceso a nuevos mercados con el desarrollo de productos de alto valor identitario, vincular a los diseñadores con la industria local y los oficios de los artesanos con los diseñadores, visibilizar el mercado local a nivel nacional e internacional, y desarrollar organizaciones intermedias cooperativas para dar el salto del trabajo individual al colectivo", detalla la arquitecta Patricia Pieragostini, de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de Santa Fe.
De la teoría a la práctica

Ante este panorama con diversos casos de éxito -o al menos esperanza- en todo el país, la pregunta que sobrevuela es: ¿qué falta para que estas políticas puedan fortalecer los ecosistemas creativos de todo el país?, y quizás aún más importante, ¿existe alguna trampa en fomentar el emprendedorismo como salida para las dificultades económicas o laborales, o como paliativo de problemas estructurales?

"En la Argentina hay una amplia tradición emprendedora que ha logrado desarrollos de relevancia en diversos sectores. Ahora bien, me parece que hay que distinguir entre «emprendedorismo» y «autoempleo». Distintas formas de «emprendimientos» han florecido a la luz de problemáticas de empleo. En ese sentido, en Buenos Aires proliferan microemprendimientos orientados a dar servicios al consumidor que representan más de la mitad de la actividad emprendedora de la ciudad (53% en 2014). Es complicado ver esos casos como emprendimientos, cuando hay mucho de autoempleo. Eso no está mal, pero al mismo tiempo oculta problemáticas de fondo que exceden a las personas y de alguna manera les trasladan la responsabilidad de resolverlas con recursos muy escasos. Hay una especie de trampa en promocionar una forma de «ser emprendedor» que es atractiva, pero que oculta distintas formas de precarización laboral, en las que las personas muchas veces invierten energía, tiempo y los pocos recursos económicos disponibles con resultados que no siempre son exitosos", advierte Miguel.

Y si hablamos de estímulos hacia ciertos sectores como políticas de Estado, ¿es posible pensar en "daños colaterales"? "El desarrollo del mercado de industrias culturales en la Argentina está tradicionalmente vinculado a la presencia del Estado. Esto sucede mediante políticas públicas de largo plazo, que fomentan la producción y distribución de contenidos locales y generan trabajo, como pasa con el cine desde 1994. Pero también con otro tipo de medidas que no se reducen a leyes y programas e implican financiamiento para lo que se denomina «mercado protocapitalista» en relación con los medios de comunicación. Dádivas, exenciones impositivas, programas de pago de salarios de trabajadores de empresas privadas y marcos regulatorios flexibles constituyen el modo en que el Estado es subsidiario de este desarrollo. Para algunos sectores, como el cine, esta presencia es clave para generar industria, aun con sus problemas y con los aspectos que demandan mejoras. Para otros, la relación implica una contraprestación atada a lo simbólico y político, como en el sector gráfico o audiovisual. Y los males endémicos del mercado -la concentración de la propiedad y los bajos niveles de pluralismo y diversidad- son permitidos o coadyuvados por un Estado siempre presente", cierra Marino.

Según otra mirada, estas industrias no sirven sólo de aporte económico puntual, sino también como fuente de innovación para sectores ya existentes o desactualizados. "La oportunidad que representan estas industrias se basa no tanto, o no sólo, en proyectos individuales que en algunos casos pueden funcionar y adquirir una escala interesante, sino en lo estratégica que es la participación de estos sectores creativos en sectores más tradicionales. Incorporar diseño a una industria como la automotriz puede reducir costos, mejorar procesos, sustituir importaciones. Los desarrolladores de tecnologías inmersivas creen que la realidad aumentada puede ser útil para la construcción", reflexiona Scillamá.

Otros, como Santoro, creen que si bien hoy hay más apoyo, todavía falta un largo trecho. Recién hace poco que la ADVA logró que en Córdoba el nuevo plan de fomento audiovisual contemple los videojuegos. Para Daniel Simmons, un programador de 23 años, autodidacta, creador del premiado videojuego Bildo, lo que falta para que más gente creativa puede sostenerse es la visibilidad. "La industria está generando más de mil millones que el cine, y no son empresas grandes, sino que ahora están apareciendo muchos independientes que con distintos modelos de negocio producen ingresos. Si bien el apoyo no es tan fuerte como en otros países de la región, hay que aprovecharlo y buscar la manera de comunicar las herramientas que están disponibles."

El tiempo dirá si estos modelos pueden ser sustentables a largo plazo, o si como en otras ciudades generan más problemas que soluciones. Por lo pronto hay quienes están dispuestos a apostar al potencial intelectual y cultural de estas tierras.

Fuente: La Nación

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