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Emprender no es improvisar

23/10 |

Un equipo de docentes de la Facultad de Ciencias Económicas y Estadística de la Universidad Nacional de Rosario investiga la cultura y gestión de los microemprendimientos locales y el rol que ocupa la Municipalidad.

La crisis política, económica y social  que sufrió Argentina a fines de los noventa derivó en un fuerte aumento del desempleo que se agudizó a partir de diciembre de 2001. Es a partir de ese momento en donde los microemprendimientos sociales tomaron protagonismo y se comenzó a dar una importancia relevante al rol del emprendedor.

“Hace más de diez años que estamos trabajando abocados a la cultura y gestión organizacional. Fue con el boom de la economía social, mutuales, asociaciones y las empresas recuperadas, empezamos a investigar distintos sectores de esta economía”, comentó María Teresa Kóbila, quien es la directora del proyecto compuesto por  Claudia Morbelli, Marisa Parolin y Natalia Chiaramoni, y se desarrolla dentro del ámbito del Instituto de Investigaciones y Asistencia Tecnológica en Administración de la Facultad.

La investigación está enfocada en los microemprendedores sociales radicados en Rosario. Asimismo, el equipo imparte cursos a microemprendedores locales por un convenio entre la Facultad de Ciencias Económicas y la Municipalidad.

Este trabajo se concentra en la comparación de datos relevados en el lapso comprendido de  2010 a 2014. Con un enfoque cualitativo, se analizaron diversos casos empleándose como recursos para la recopilación de datos la revisión documental, encuestas, entrevistas y observación participante.

Para hablar de los orígenes de la economía social habría que remontarse a los principios del movimiento cooperativo, hace unos dos siglos atrás. Se empieza a pensar este tipo de organizaciones como una forma distinta de llevar adelante una empresa, teniendo en cuenta factores tales como la distribución, financiación y el consumo. En nuestro país vuelven a aparecer a finales de la década del 90 en Argentina con una preponderancia en la cuestión solidaria pero con un enfoque ya no tanto legal ni ético, sino como respuesta a una realidad socioeconómica que no era favorable.

La economía social comenzó a constituirse como una opción viable y a denominarse con la expresión de economía solidaria, sin hacerse una distinción clara entre los dos términos, que resultan convertirse en lo mismo. Podríamos decir que la economía social se relaciona directamente con el sistema de gestión cooperativista y la economía solidaria se vincula con el hecho de producir transformaciones en una sociedad en estado de crisis. “La economía social surgió como una solución a las políticas de funcionamiento del sistema capitalista. Este último se caracteriza por no ser inclusivo y tampoco solidario. Es así que la economía social se enmarca en ciertos valores en donde se destaca la autonomía en la gestión. En tanto el término solidario va de la mano de las cambios que este tipo de economía quiere producir en un contexto de emergencia”, definió Kóbila.

Rosario no escapó a la realidad nacional y como consecuencia de las políticas económicas, muchas personas se encontraron en situaciones de desocupación o subempleo. Fue así como se comenzó a construir una corriente de capacitación para emprendedores sociales. “Tenían ideas, ganas de progresar y hacer, pero no las herramientas necesarias para concretar sus proyectos. Era necesario que se produzcan herramientas que fomenten a los emprendedores rosarinos”, reflexionó la investigadora.

Desde el municipio, a través de la Secretaría de Producción y luego con la creación de la Secretaría de Economía Social,  se comenzaron a construir distintos programas con la idea clara de encontrar una alternativa a esta situación de urgencia. Iniciativas como el PROMUFO, que es un programa de créditos para financiar microemprendimientos, vieron la luz verde para situarse como una nueva política social. Como requisito para acceder a él, se solicita que se haga un curso de capacitación y es ahí donde intervienen las docentes.  

“A partir de los distintos encuentros que tenemos con los emprendedores, terminan el curso elaborando un proyecto de negocios, que luego lo presentan. Es evaluado por un comité y es ahí donde analizamos la consistencia del mismo: si es viable técnica y financieramente, sin descuidar el impacto social que el mismo puede llegar a tener. Se pretende potenciar sus proyectos para mejorar su inserción en el mercado de la ciudad”, comentó Kobila.  

En cierta forma, este sector es un actor más de la economía que se integra a esa ecuación de empresas públicas y privadas, y brinda una salida laboral. Los emprendimientos requieren ser bien gestionados para que salgan adelante, porque no alcanza sólo con tener la idea. “En los cursos nos encontramos con muchos tipos de casos: están los que ya tienen el proyecto medio armado y vienen a buscar herramientas que lo potencien, pero también, personas que tienen una idea y no saben cómo llevarla a cabo”, profundizó la docente.

Cómo se dictan los contenidos del curso y cómo se van tratando año a año depende de cada año y de los intereses de los emprendedores. “Nos gusta adaptarnos a la realidad, porque al variar el contexto económico y social, cambian las condiciones y proyectos de los emprendedores. Es así que solemos redefinir frecuentemente la dirección de contenidos, tratando de masificar el tiempo y hacerlo provechoso”, dijo la directora del proyecto.

Las investigadoras, haciendo un trabajo de relectura de los datos estadísticos recolectados, llegaron a la conclusión que aumentó mucho el nivel de información a nivel general de los programas de fomento emprendedor, así como también, subieron la cantidad de inscriptos en los cursos. A su vez, destacan que los asistentes están interesados en la capacitación porque aprenden herramientas de gestión que es lo que generalmente falta para plasmar su idea. “No se quedan solamente con lo que nosotros damos sino que asisten a otras experiencias y clases. Podríamos decir que la ciudad tiene emprendedores que están en formación constante y tienen alma de superación. No solamente aprenden de nosotros sino que aprenden entre ellos, contando experiencias y generando vínculos que quedan para el futuro. Así se van abriendo distintas puertas”, resumió María Teresa Kobila.  

Fuente: UNR

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