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Un sobreviviente de los experimentos nazis cuenta su historia
Un sobreviviente de las pruebas nazis en chicos narra las crueles prácticas a la que fue sometido; su relato recuerda la importancia de los límites éticos de la investigación en salud
Mientras varios países, incluido el nuestro, aceleran los procesos de aprobación de los ensayos clínicos, un testimonio en primera persona de los experimentos con seres humanos durante la Segunda Guerra Mundial recuerda la importancia de cuidar los límites en la investigación en salud.
En el documental "Infancia a prueba. El legado de Sali", uno de 11 chicos judíos en los que médicos del régimen nazi investigaron la infección por el virus de la hepatitis narra su experiencia. A los 83 años, Salomón Feldberg -Sali- recuerda esa selección en el campo de concentración de Auschwitz cuando era apenas un chico. "El 23 de junio de 1939 rendí el examen para la secundaria. Nunca llegué a entrar porque estalló la guerra", cuenta uno de los testigos de aquellas pruebas con prisioneros que fueron condenadas durante el Juicio de Nuremberg al final de la Segunda Guerra.
Tanto el Código de Nuremberg (1947) como la Declaración de Helsinki de la Asociación Médica Mundial (1964) incluyen los principios éticos que rigen la investigación médica con seres humanos. En la Biblioteca Central de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA) hay una copia de las actas originales del Juicio de Núremberg.
El video es un proyecto de investigación colaborativo hecho en el país con el apoyo técnico de la Organización Panamericana de la Salud y el Programa Especial para la Investigación y la Capacitación en Enfermedades Tropicales. El trabajo lo coordinaron Patricia Sorokin, docente e investigadora del Departamento de Salud Pública y Humanidades Médicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, y Dirce Guilhem, del Laboratorio de Bioética y Etica en la Investigación de la Universidad de Brasilia.
En 25 minutos, Feldberg repasa los exámenes clínicos en Auschwitz previos al experimento en el hospital de otro campo de concentración, Sachsenhausen. También, su único encuentro con Josef Mengele y el momento en el que a los 11 chicos les inocularon el virus de la hepatitis por punción en el hígado, una sonda gástrica o rectal o una inyección intramuscular o venosa.
"Nos internaron en el Bloque 2 del hospital en cuarentena total. Pasaron unos dos meses, en los que nos estudiaban -dice Sali-. No era lo mismo vivir en el hospital, en ambientes de madera separados, que en las barracas. Vivíamos (los 11) en la habitación 51, con camas de hierro superpuestas. Nos daban de comer y nos cuidaban Ni siquiéra salíamos al recuento [de prisioneros]."
A los dos meses, les prohibieron tomar agua antes de dormir. Al día siguiente, los trasladaron a una sala donde estaban los médicos. Uno sacó varios tubos de ensayo de un maletín. Organizaron a los chicos en cinco grupos de dos y uno de tres para administrarles el contenido de esos tubos.
"Esa misma noche, empezamos con temperatura. Los dos chicos a los que les habían suministrado la sustancia por punción hepática, se desmayaron -recuerda-. Todos nos pusimos amarillos. Tuvimos ictericia."
La intervención de un médico, un enfermero y el jefe del bloque los mantuvo con vida a los once. El médico fraguó historias clínicas de noruegos y daneses con hepatitis. Además, les consiguieron remedios para tratarlos y dejaron de administrarles la sustancia de esos tubos de ensayo como le habían indicado los médicos nazis. Es más, convencieron a a esos colegas de que el experimento continuaba y lo hicieron con ayuda de análisis de laboratorio.
Para Sali, también los ayudó ponerse metas que los mantuviera unidos. "Los viernes nos colocábamos con la cara al oriente, como era costumbre de nuestros antepasados", afirma.
Feldberg se casó en la Argentina, tuvo dos hijos, seis nietos. Murió el 17 de agosto de 2014, luego de conceder la entrevista para el video en el Salón Verde de la Facultad de Derecho de la UBA. En su legado testimonial, afirma: "Sobrevivimos con un mandato: no olvidarás -dice-. Que sirva para el mundo para demostrar lo que pasó. Fui, soy y seré sujeto siempre".
Para Eduardo Duro, profesor titular de pediatría de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Morón y bioeticista, el video "tiene la virtud de poner en imágenes y el relato personalizado de uno de los chicos que sobrevivió al Holocausto y los experimentos sin ética alguna. Es un material documental testimonial magnífico, muy útil en docencia universitaria, ya que permite reflexionar sobre los límites de la investigación biomédica desde un ejemplo concreto contado por un sujeto de investigación".
Fuente: La Nación