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Ha Noi, en Vietnam, la "ciudad de la paz"
Con la apertura de a inversiones extranjeras, el país logró reconstruirse a cuarenta años de la guerra. Campesinos con los tradicionales sombreros cónicos vendiendo sus productos, y enjambres de motocicletas invadiendo las calles, son algunas de las principales postales.
Mítica y estremecedora, Vietnam se abre al mundo e invita a que cualquier habitante del planeta conozca su belleza y su historia. La hospitalidad de su gente seduce; su tenacidad, conmueve. Un país devastado por la guerra hace apenas cuarenta y tres años se levantó de las ruinas y hoy grita su verdad. Relatos que desgarran; imágenes que amenazan que no poder borrarlas más de la retina.
Agricultores en su mayoría, los vietnamitas asisten a una recuperación económica con un crecimiento anual promedio del seis por ciento sustentado, esencialmente, en la apertura de mercados a las inversiones extranjeras. En las banderas que serpentean los principales bulevares y avenidas, las banderas rojas con la hoz y el martillo. En la economía, el capitalismo parece haber ganado la batalla.
Aun cuando la situación ha mejorado notablemente en los últimos diez años, el ingreso per capita de un vietnamista sigue siendo muy bajo: 2450 dólares por año. Puede ser superior en ciudades importantes, pero en zonas montañosas, todavía es menor. “Tenemos suficiente comida, ropa, casa, educación, salud y medicina”, cuentan quienes revelan ganar entre 260 y 400 dólares por mes.
Es un país pequeño podría caber siete veces en Argentina-, pero con una densidad demográfica que lo ubica en el décimo quinto puesto del ranking de naciones más pobladas a nivel mundial. Sobre la base de esa distribución residen alrededor de cuatro mil personas por kilómetro cuadrado. Por ello, las viviendas son estrechas y “apiladas” en forma de torres no demasiado elevadas.
Su economía se caracteriza por la producción de arroz, té, café y caucho. También, de frutos tropicales.
El 70 por ciento de los vietnamistas son campesinos. Y copan las ciudades en bicicleta, con grandes canastas y sus tradicionales sombreros cónicos para vender sus productos en la calle. También los talleres textiles ocupan su lugar. Mano de obra poco onerosa para marcas mundiales como Gap o Zara.
Su capital, Ha Noi, es una ciudad milenaria que alberga entre siete y ocho millones de habitantes. Tiene poca vida nocturna. “Nos levantamos con el sol y nos acostamos con él”, cuentan los lugareños dedicados en su mayoría al cultivo de la tierra.
La densidad demográfica y el nivel de ingreso per capita condiciona el acceso a entre otras cosas- los vehículos. Por ello se observa una superpoblación de motocicletas que literalmente invaden toda la ciudad. Son enjambres de hombres, mujeres y a veces, hasta familias completas a bordo. “Somos la ciudad de la paz y de las motocicletas”, describen. Si Ha Noi tiene entre 7 y 8 millones de habitantes, se estiman al menos 5 millones de motocicletas en la ciudad.
Ha Noi ofrece como recorrido turístico la Ciudad Antigua. Caminarla es toparse con puestos callejeros, estrechos pasillos, exposición rústica de productos alimenticios, frutos y verduras. Florecen cuartos asimilables a los tradicionales garajes en los que con mesitas y sillas de plástico, se improvisan comedores rudimentarios. Y cuando llega la noche, el mismo sitio se reconfigura y se convierte en dormitorio. Miseria y suciedad, desperdicios. Verduras y animales. Construcciones empobrecidas, vetustas, casi en ruinas. Todo convive, donde muchos aún sobreviven.
Fuente: El Litoral