Se trata de profesionales que, habiendo hecho sus carreras en el ámbito local, habían emigrado a otros países por razones políticas o económicas y hoy, en función de sus trayectorias y áreas de investigación, pueden regresar con garantías laborales y académicas.

"La experiencia es exitosa y aspiramos a consolidarla, así como a lograr que la Argentina sea un país atractivo para los científicos de todo el mundo. Desde el momento en que la educación es gratuita en el país, la formación de los científicos constituye una inversión de la sociedad en su conjunto que es millonaria e identificable. Es una obligación del Estado recuperar esa inversión para beneficio del país", afirma Lino Barañao, ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva.

Se calcula que en el exterior trabajan entre 6.000 y 7.000 científicos argentinos, una cifra que para las autoridades de Ciencia y Tecnología habla de un nivel de competencias en línea con universidades en las que la formación científica cuesta entre 200 y 300 mil dólares por individuo.

"La Argentina necesita de estos profesionales para mejorar la investigación y la transferencia de tecnología, labores fundacionales de nuestra institución, que tiene como estrategia el fortalecimiento de recursos humanos mediante la incorporación de personal especializado y la formación del plantel existente", afirma Carlos Casamiquela, presidente del INTA, que logró repatriar a 18 científicos.

Balanza positiva

Armando Bertranou, presidente de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, dice que esta "operación retorno" ayuda a redondear otra balanza favorable: son más los científicos que regresan que los que se van.

El funcionario explica que la repatriación "entraña cierta complejidad, porque además de la voluntad de volver del interesado, es necesario contar con una institución en el ámbito local, que esté interesada en los conocimientos y en su expertise y le asegure un puesto de trabajo".

El programa garantiza el pago de sueldos de los repatriados durante cuatro años, un subsidio para investigación y adquisición de infraestructura y equipamiento, y otro para pasajes, mudanzas, etc.

Además, a los beneficiarios se les reconoce las prerrogativas del programa de Incentivos a la Investigación que perciben los investigadores radicados en el país.

Adrián Turjanski, de 36 años, se fue a EE.UU. con un doctorado en Química de la UBA y volvió tres años después con un posdoctorado y experiencia laboral en el área de cáncer oral y craneofacial del National Institute of Health, de Maryland.

"En Estados Unidos, además de los recursos económicos que son únicos en el mundo, hay una gran masa crítica de investigadores con los cuales interactuar. Acá en la Argentina es como que todo queda lejos y es más difícil", dice Turjanski, que ahora se desempeña como docente en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.

Tras especializarse en Radiocirugía y Radioterapia Estereotáctica Intra y Extra Craneana, en el Instituto Pierre y Marie Curie de Paris, el santafesino Lucas Caussa, de 31 años, retornó al país el año pasado a pedido del Instituto Privado de Radioterapia Oncológica de Córdoba.

"Acepté la propuesta porque me aseguraban el trabajo y la reinserción no planteó ningún problema. Tampoco encontré diferencias respecto a la experiencia en Francia, donde aprendí mucho y estuve entre profesionales altamente capacitados de mi especialidad", señala.

Por su parte, el agrónomo Lucas Borras fue repatriado por la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Rosario desde los EE.UU., donde trabajó en investigación en Iowa State University y en una empresa privada.

"Volví con un buen puesto en el lugar ideal y con ello gané visibilidad y capacidad de generar mi propio grupo de trabajo. Si bien tenemos problemas de estructura, contamos con muy buen financiamiento del Estado y de empresas del sector agrícola y se puede trabajar en forma adecuada", asegura.

Fuente: Clarin