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Un jardín donde los niños comen, duermen siesta y tienen talleres
Unos 40 niños de 5 años permanecen en el jardín de infantes del Fonavi Centenario hasta las 15.30 de la tarde. Se trata de una prueba piloto de “jornada extendida”.
El sábado se festejó el Día de la Maestra Jardinera y el Día de los Jardines de Infantes, en homenaje a Rosario Vera Peñaloza. Nació el 25 de diciembre de 1873 en el pueblo de Atiles, La Rioja. Dedicó su vida a la enseñanza y fundó el primer jardín de infantes argentino. El Consejo Nacional de Educación le encargó la formación del Primer Museo Argentino para la Escuela Primaria, hoy Complejo Museológico del Instituto Félix Bernasconi. Luego de una admirable trayectoria, llegó a inspectora de Enseñanza Secundaria, Normal y Especial. Falleció el 28 de mayo de 1950. Esa es la fecha que se toma, precisamente, para conmemorar el día de los jardines.
“Una mamá nos agradeció que tuviéramos a su hijo de 5 años por más horas en la escuela, porque así el niño pasa menos tiempo en su casa donde ocurren cosas feas”. Marcela Palazzo, directora del Jardín de Infantes Nº 73 “Prof. Nélida de Boente”, ubicado detrás del Fonavi Centenario, no se asombró ante la confesión de la madre. Justamente, el proyecto de “jornada extendida” que lleva adelante el jardín a partir de este año, se gestó para ofrecer la posibilidad de más educación a un sector desprotegido socialmente.
La “jornada extendida” implica que los niños están más horas escolarizados: desde las 8 hasta las 15.30, unas 3 horas extras de las que pasan en un jardín común. Los chicos almuerzan en la institución y continúan por la tarde con propuestas artísticas, deportivas y de recreación diferentes a las que realizan en el turno matutino.
La extensión de la jornada escolar es una aspiración fijada en la ley de educación nacional, pero también contemplada en la caducada ley de financiamiento educativo. Por ahora, el Jardín Nº 73 lleva adelante una prueba piloto en sólo dos salitas de 5 años, con 40 chicos en total. El resto de la institución sigue con el horario común.
Palazzo está convencida de que la escuela pública tiene que ejercer una “función compensadora”. Consideró que “a diario vemos las necesidades del barrio, donde hay una realidad de pobreza, de exclusión social, de falencias en lo cultural. Lo que no les brindemos a los niños en el jardín, ellos no lo encontrarán en otra parte”.
Argumentó que la propuesta tiene el objetivo de “poner en diálogo” la escuela con la sociedad de hoy. “Las respuestas iguales para todos los contextos no van más. Acá falta mirar las necesidades y ofrecer respuesta a esa realidad”, argumentó.
No hace falta que describa el “contexto” en el que está inmerso la institución. Se lo advierte a simple vista. Por calle Malvinas Argentinas al 3700 corre agua al por mayor debido a los caños rotos del complejo Fonavi, que está sumido en un abandono total. Los contenedores rebasan de basura y los cirujas completan la tarea, esparciendo los residuos putrefactos por toda la calle. A todas luces, un sector olvidado.
Almorzar y descansar
Que los chicos se queden más tiempo en el jardín, implicó gestionar las raciones necesarias en el comedor de la escuela primaria que está al lado. Los 40 niños almuerzan allí y después vuelven a las salitas para dormir una media hora sobre modernos y diminutos catres azules.
Al principio costó que los pequeños se adaptasen al nuevo régimen. “El ámbito del comedor de la escuela primaria era desconocido para ellos, y además no entendían por qué yo me tenía que ir y venía otra señorita a partir del mediodía. La adaptación no fue fácil al comienzo”, comentó Estela Maris Rojas, maestra de una de las salas incluidas en la experiencia.
La extensión de la jornada se hizo en forma paulatina para que los niños se acostumbren de a poco. “Estamos viendo buenos resultados. Los padres nos dijeron que era una buena idea porque los chicos dejaban de ver tanta televisión en la casa o estaban menos tiempo en la calle. También es una solución para esos padres que trabajan hasta la tarde”, señaló.
Propuestas distintas
Para las horas de la tarde, se pensó en talleres de arte, literatura, expresión corporal, huerta orgánica, juegos. Los docentes de música y de educación física preparan propuestas alternativas.
“Tener más tiempo nos da incentivo a armar proyectos especiales. Por ejemplo, en esta comunidad, las familias escuchan reggaeton o cumbia. Entonces, la propuesta desde mi área es que conozcan otro tipo de música: latinoamericana, zamba, música clásica. Vamos a asistir a los conciertos didácticos de la Orquesta Sinfónica para que estén en contacto con otros estilos”, destacó Alicia Bermúdez, docente de educación musical.
“Trabajo también en el Liceo Municipal y en otras instituciones de arte y hasta allí no llegan los niños de este barrio. Ofrecerles algunos talleres es una manera de igualarlos con otros sectores que sí pueden enviar a sus hijos a danza, inglés, etc”, dijo.
Los que estudian las políticas públicas y defienden la jornada extendida, la señalan como una gran ventaja y como un hecho de “justicia” para la población más desprotegida.
Fuente: El Litoral