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Tienen casi 80 años y son flamantes abogados
Empezaron a estudiar hace cuatro décadas y debieron superar infinidad de obstáculos antes de recibirse. Felicidad y proyectos
El 17 de agosto se abrazaron emocionados y salieron apurados, tan rápido como se lo permiten sus casi 80 años. Afuera los esperaba su hijo, que no necesitó preguntarles como les había ido porque sus expresiones lo decían todo. Aníbal Ocampo y Blanca González cumplían el sueño de su vida: recibirse de abogados. El fin de una etapa que había comenzado 38 años atrás, en 1973, cuando llevaban poco tiempo de casados. Hoy suman 53 años juntos y, cómo confiesa Aníbal, "siguen siendo novios".
En el medio, la vida y la historia del país les pusieron todo tipo de pruebas: persecuciones, prisión, años sin trabajo, enfermedades. Pero todo eso no hizo que olvidaran la meta que se habían fijado. Aníbal es jubilado del Registro Civil de Villa Luján y Blanca fue docente de la escuela Mitre. Juntos diseñaron una rutina de estudio.
"Lo hacíamos solos porque debía ser por la tarde, cuando volvíamos de trabajar", cuenta Aníbal. Blanca lo interrumpe y agrega: "nos ayudábamos, hacíamos los resúmenes, nos tomábamos las lecciones. A veces estábamos más de ocho horas sentados".
"¿Si nos desaprobaron? Sí, ¡un montón de veces! Pero volvíamos y decíamos ’hay que intentarlo otra vez’", comentan.
Los Ocampo son famosos en la Facultad. Desde 1973 vieron decenas de docentes pasar por las aulas y miles de estudiantes. "Con todos los profesores establecimos muy buena relación, a los alumnos siempre los aconsejábamos: ’tienen que valorar el esfuerzo de sus padres y recibirse rápido’, les decíamos", explica Blanca.
Aunque no pudieran cursar, ellos se inscribían cada año para no perder la regularidad. Comenzaron con el plan de estudios del 60 y finalizaron con el del 77. La última materia fue Filosofía del Derecho ("nos costó un triunfo") y las que más les gustó estudiar fueron Familia y Sucesiones y Derecho Internacional Público. "¿La nota? Muy buena". ¿Cuánto? "Secreto profesional", alardea Aníbal con una sonrisa, y confiesa que todavía no se acostumbra a que lo llamen "doctor".
Idas y vueltas
Aníbal ingresó a la Marina y se desempeñó en Puerto Nuevo, Buenos Aires. En el 55, cuando tenía 18 años, lo tomaron prisionero por comulgar con las ideas de Perón. "Me interrogaron para saber si era leal al Gobierno constitucional o al golpe de Estado. Yo les dije que al Gobierno. Me apresaron, me torturaron con todo lo que uno se puede imaginar: picanas, me gatillaban con un revolver, me quebraron los dedos de la mano y varias costillas", reveló. Así pasó más de un año, hasta que le dieron la baja. Las secuelas psicológicas y físicas lo acompañan hasta hoy. "¿Ves esto en el ojo y cómo me quedó el dedo?", señala.
Cuando le dieron la baja se casó con Blanca. Se conocían de la infancia. Aníbal logró que lo nombraran jefe del Registro Civil de Villa Luján, mientras que Blanca, luego de recibirse de bachiller en la escuela Sarmiento, comenzó a enseñar como maestra de grado en la escuela Mitre. Aníbal aprovechó para terminar el secundario y luego le propuso a su mujer que se inscribieran en la Facultad. Abogacía les parecía la mejor opción porque les permitiría ayudar a mucha gente.
En 1976 la historia volvió a dar un giro. A Aníbal su pasado de alguna manera lo condenaba, por lo que cuando estalló el golpe pidió asilo en casas de sus parientes. Por supuesto, fueron años en los que no pudieron aparecer por la Facultad. Recién retomaron los estudios en 1984, con la democracia. Hasta ahí habían logrado rendir el riguroso examen de ingreso y el curso cultural. Además ya tenían un hijo, Aníbal Salvador. "En 1976, también perdí mi trabajo en el Registro, por lo que Blanca se transformó en el sostén de la familia todo ese tiempo", comenta Aníbal.
En los 90, a Aníbal comenzó a fallarle el corazón y en esos años le hicieron tres by-pass. Otra vez los planes se postergaban.
Con esa historia a cuestas se entiende por qué la celebración con la familia se extendió hasta las 5 de la mañana el 17 de agosto. Comenzaron cuando eran jóvenes y recién casados, hoy ya tienen dos nietos; Milagros y Liam, y varios años encima. Sin embargo, el entusiasmo los obliga a no bajar la guardia, tomarse de la mano bien fuerte y sentir que nunca es tarde para alcanzar los sueños de la juventud.
Fuente: La Gaceta