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Soñar en grande

24/10 |

etTenía una idea fija. Se transformó en obsesión. Y hoy es un sueño cumplido. ¡Se fue a vivir a San Pablo!, una de las ciudades más grandes de América Latina.

Un día Mariano se dijo ¿por qué no?, y puso toda su energía en su sueño. Este santafesino de 26 años hace dos que se fue por un intercambio estudiantil que le brindó la Universidad Nacional del Litoral a San Pablo, Brasil. Y se quedó a vivir allí. Siempre recuerda su Santa Fe querida y, lejos de casa, hoy nos cuenta su experiencia. “Estoy orgulloso de ser argentino y santafesino, la mayor parte de mi identidad y la base de lo que soy está en Santa Fe”, comienza asegurando Mariano Barone.

“Cuando estaba entrando en la etapa de la adolescencia, empezando a interesarme por la música y por la estética, me di cuenta de que la posta estaba en las grandes ciudades, que mi ciudad me limitaba mucho porque era muy cerrada a cosas nuevas. Creo que ahí empecé a construir una noción de irme a vivir a una ciudad grande algún día, pero era más un sueño que otra cosa. Y se fue convirtiendo en una idea fija al pasar del tiempo, cada vez que iba a Buenos Aires o a Rosario y quedaba maravillado por las luces de neón, los edificios, el vértigo y el caos. Era una cosa muy seductora y atrayente”. Así definió Mariano todo su sentir sobre lo que le despierta su nueva experiencia de vida.

La carrera que le brindó la oportunidad

Mariano comenzó esta historia estudiando Diseño Gráfico en la UNL. Poco a poco su estudio pasó de ser una carrera universitaria a una verdadera pasión. Con el acceso a Internet empezó a tener una imagen más clara de lo que significa vivir en una gran ciudad y de la movida cultural que es generada en esos centros urbanos. Mariano seguía tras una idea fija, que luego fue mutando en obsesión. “Pasaron cinco años de facultad, varios viajes a Buenos Aires, recitales, exposiciones, museos, muestras, conferencias... Sí, definitivamente tenía que estar en un lugar así”, rememora.

“Y ahí apareció la oportunidad del intercambio. Es gracioso -recuerda- ya que ni siquiera me iba a presentar, llevé los papeles fuera de término y era consciente de que las probabilidades de pegar una beca no eran muy altas. Me acuerdo que escribí la carta de motivación (una carta en la que tenés que poner por qué te tienen que elegir), muy a mi modo. Mientras todos escribían cosas muy académicas y serias, preferí poner lo que realmente pensaba, y en caso de no ser seleccionado, quedarme con la tranquilidad de que fui sincero conmigo mismo”.

Ta, te, tí, suerte para... mí

Tras conseguir la beca, Mariano tenía una lista de universidades a elegir. En ese momento tomó decisiones que luego lo volverían a marcar a lo largo de su vivencia. “Me acuerdo como si hubiese sido ayer: o me postulaba para hacer diseño, mi disciplina, en Baurú (una ciudad bien del interior de Sampa), o me postulaba para hacer Artes Visuales, que no era mi disciplina, en San Pablo. De hecho, me acuerdo que mandé correos electrónicos a gente que estaba en la primera ciudad y me dijeron que era una facultad muy buena y exigente, y la ciudad bien tranquila. Eso bastó para elegir San Pablo, toda la vida”.

Sólo en Brasil

Con respecto a su experiencia de estar en otro país con otra gente, Mariano contó: “Pasé de vivir en mi casa con todas las comodidades del mundo a vivir en una casa con cuatro personas desconocidas, que encima hablaban otro idioma. Además, hospedaban a gente de todas partes del mundo que estaba viajando, entonces cada dos o tres días alguien nuevo aparecía en casa. Eso puede sonar súper copado, pero para alguien tímido, cerrado e introvertido, no lo era tanto. Ahí me di cuenta de que estaba en ese lugar porque yo quería estar ahí, y me tenía que adaptar de cualquier forma. Aprendí el idioma, entendí la dinámica de convivencia de la casa y las cosas empezaron a fluir mejor. En dos meses estaba completamente enamorado de San Pablo y no concebía de ninguna manera el hecho de tener que volver y vivir en Santa Fe”.

Hoy, mi lugar

“San Pablo es una ciudad que pasás de amar a odiar en cuestión de segundos”, asegura. Él igual prefiere eso antes que vivir en una ciudad que no le va ni le viene, aunque a veces esta cuestión lo harta un poco. “Le debo mucho, muchísimo a esta ciudad. Creo que pasé los dos años más intensos de mi vida acá. La gente que conocí, los amigos, las fiestas, la espontaneidad de las situaciones. Lo fácil que es conocer gente y el intercambio de información y cultura, debido a la variedad de personajes que viven acá, es increíble, como así también la cantidad de anécdotas”, dice Mariano.

En la balanza

Para concluir sobre su experiencia, Mariano saca lo positivo de cada cosa: “Aprendí mucho de los brasileños, aprendí a ser mejor persona, un poco más adulto y crecí profesionalmente. También aprendí cosas de mí que desconocía. Lo mejor de San Pablo son las personas. Y cuando me tenga que ir lo voy a extrañar mucho, así como extraño Santa Fe”.

Soñar en

San Pablo es una ciudad que pasás de amar a odiar en cuestión de segundos... Le debo mucho, muchísimo a esta ciudad. Creo que pasé los dos años más intensos de mi vida acá”, dice Mariano.

¿Y el estudio?

A Mariano la facultad no le gustó ni un poquito. “Era muy diferente y no conseguía adaptarme, así que dejé de ir y me propuse disfrutar la ciudad. Viajé por algunas ciudades del país, absolutamente diferentes, lo que sirvió para entender mejor la cultura de Brasil. Aparte con viajar tres semanas solo hablando portugués en ciudades desconocidas mejoré el idioma y sentí que mejoré en cuanto a ser más independiente y resolver situaciones sin ayuda de nadie más que yo, mi mochilita y la buena onda de la gente que encontraba en la calle”.

No todo fue color de rosa. Tuvo que lidiar con muchas cosas, sobre todo con los momentos en que tuvo ganas de dejar todo y volver a vivir con “sus papis”. “Pero no, me puse en la cabeza que ‘o me sale bien, o me sale bien. No me voy a rendir en ningún momento, porque esto es lo que quiero’ se repetía-. A veces es muy solitario, desesperante, agotador, pero eso es lo que le da el gustito”, terminó por convencerse.

Amigos son los amigos

Solo, un día miró a su alrededor y se dio cuenta de que no tenía muchos amigos y que aquellos que conocía no siempre compartían sus mismos intereses como, por ejemplo, salir de noche. “O sea, estaba en la ciudad más grande de América Latina, con una variedad de opciones para divertirse a la noche que sólo hay en pocas ciudades del mundo, y el sábado me estaba yendo a dormir temprano porque no tenía nadie con quién salir. Eso es realmente triste y desalentador, así que resolví salir solo, a ver qué pasaba, y así es como terminé conociendo amigos que tengo hasta el día de hoy”. Al mismo tiempo, conocía mejor la ciudad y se ponía en la piel de “guía turística”, para los demás extranjeros que vivían en su casa.

Fuente: El Litoral

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