María Isabel Pioletti parece estar cosechando una larga siembra de 25 años. Hoy recibirá la distinción como Maestra Ilustre 2010 que entrega el Estado nacional a docentes de todo el país en el Día del Maestro, y el 12 de octubre viajará a Chicago, previa escala en Washington para participar de un intercambio con docentes estadounidenses.

Es entusiasta, decidida, enamorada de lo que hace: contagia energía. María Isabel es directora de la escuela primaria Cura Brochero, de barrio Residencial América de esta ciudad, y maestra en la escuela nocturna para adultos Kilómetro 8, de barrio Chingolo. Gestiona una institución de 350 alumnos, la mayoría del asentamiento General Savio y de barrio General Savio, en dos turnos.

Con 25 años en la docencia y desde 2003 como directora, la Maestra Ilustre cordobesa está convencida de que todos los niños pueden aprender cualquiera sea su condición social. Mamá de dos hijos que ya superan los 20, dice sin dudas que si tuviera que volver a elegir, sería docente.

–¿Cómo se hace para trabajar con chicos de zonas vulnerables?

–Pensando siempre en que ellos van a poder. Primero: trabajar con alegría, porque sino, no se puede llegar. Con alegría, con entusiasmo, con pasión por lo que uno va a hacer. Quizá la única posibilidad que tienen estos chicos de acceder a otros bienes culturales es la escuela.

–Es el lugar “para”...

–Trabajamos desde allí. Viendo lo que los chicos tienen, no sobre las carencias que ya conocemos.

–¿Cómo hace una maestra para no involucrarse con las historias de los chicos?

–Es muy difícil separar. Muchas veces vemos que ellas se angustian porque se sienten impotentes. Tratamos de alentarlas, de decirles que a lo mejor en esas cosas no pueden intervenir y cambiar la realidad, pero sí le pueden dar otras que ellos no tienen. La marca que deja el maestro es importante porque es para toda la vida.

–¿Han tenido situaciones de violencia?

–No. Sí problemas de convivencia que hace al clima institucional con algunos alumnos. Los maestros hablan con ellos, llamamos a los papás. Ellos a veces vienen a buscar soluciones que nosotros no les podemos dar. Pero vemos que con sólo escucharlos se van tranquilos, con la sensación de que alguien los escucha.

–¿Hay muchos chicos repetidores?

–Últimamente no tantos. El que más repite es tercer grado porque es el cambio de ciclo. No tenemos un nivel alto.

–La experiencia de su escuela puede que no sea general, ¿cuánto influye la gestión en una escuela?

–Mucho, porque los docentes pueden tener excelentes iniciativas, pueden ser muy creativos, muy capaces, pero si no tienen una conducción que entienda... es la cabeza la que dirige. Y no un director, sino un equipo. Tenemos que hablar siempre de equipos.

–Hay muchas críticas a la escuela, a la actitud de los docentes, ¿por qué lo cree?

–Creo que están en el imaginario de la gente. Creo que la escuela pública ofrece muchísimas cosas. Hablando con colegas nos cuentan cómo trabajan, los proyectos que tienen, pero tal vez la comunidad no los conoce y entonces se queda con ese imaginario eso que nos ha ido haciendo perder prestigio en la profesión. Esto de no ser los docentes una palabra santa, sino que es la palabra cuestionada y esa va a ser una tarea ardua nuestra, que la relación con la comunidad pueda cambiar.

–¿Por qué se ha roto o resquebrajado el vínculo entre la escuela y la familia?

–Los vínculos sociales están rotos y eso influye. Lo que ocurre afuera tiende a reproducirse adentro de la escuela. En la escuela trabajamos esto, pero socialmente tenemos que trabajar en redes y volver a formar todo el lazo social que se rompió. Necesitamos abrirnos de nuevo para trabajar con los otros.

–Trabajó en la escuela privada, ¿también está en el imaginario que es mejor que la pública?

–Sí. Buenos y malos docentes hay en todas partes y no depende de que trabaje en la gestión estatal o privada, depende lo que se realice desde la gestión: cómo administrás, cómo organizás la escuela, los recursos.

–¿Ha quedado vieja la estructura de la escuela para los chicos de hoy?

–Sí. Habría que cambiar mucho. Estos intentos que estamos haciendo de cambiar son positivos y hay que empezar desde abajo, que no venga todo impuesto. Los chicos afuera tienen muchísimas cosas, pero cerramos las puertas: los medios no, Internet no. Tal vez porque haya miedo o desconocimiento.

–¿Qué están necesitando sus chicos?

–Muchas veces, de una familia. Son criados por abuelas, madres solas, papás en la cárcel. Son chicos muy carentes de afectos. Se aferran a la maestra y establecen un vínculo que te emociona cuando no se quieren ir. Son señales de alerta, ¿qué está pasando acá?

–¿Salen de la pobreza?

–El acceso a los conocimientos es lo más valioso para poder salir de la pobreza.

Fuente: La Voz