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Científico rosarino fue convocado para investigar el suelo antártico
Desde cómo se llega, hasta el paisaje y la forma de vida, todo es distinto en la Antártida. Allí viven cientos de argentinos investigando y "haciendo patria", cuidando el suelo para que no lo expropien potencias ajenas.
El bioquímico rosarino Mauricio Palazzini fue elegido para analizar el suelo y comprobar si hay contaminación por hidrocarburos en la base Marambio. Por eso pasó 18 días únicos en el continente más extremo del planeta.
Dueño de un laboratorio de análisis ambientales y ocupacionales con sede en Rosario, Palazzini viajó a la Antártida el 16 de febrero pasado y descubrió una parte del territorio argentino totalmente desconocida para la mayoría.
"Me llamaron porque en la base Marambio hacen controles ambientales para comprobar si el suelo está contaminado por hidrocarburos (combustible) y tuve que viajar para tomar muestras", explicó el bioquímico, todavía impresionado por lo que vivió.
Para poder llegar a la Antártida hay que tomar un avión hasta Río Gallegos (Santa Cruz), desde donde despegan los Hércules con destino al continente blanco.
"Se vive con otros parámetros. El clima marca mucho las actividades, porque hay días que, si está lindo, se puede llegar. De lo contrario, hay que esperar a que abra el cielo o deje de nevar. En diciembre es siempre de día y, en julio, siempre de noche", contó.
Esos factores son fundamentales para que puedan volar los aviones. Y la razón por la cual el bioquímico tuvo que esperar seis días en Río Gallegos para poder volar hasta la Antártida, ya que la nieve impidió el despegue.
"Cuando desde el avión empecé a ver esa extensión tan grande de suelo blanco me produjo una impresión muy fuerte, me puso la piel de gallina", confesó el profesional, que agregó: "Creemos que la Antártida es chiquita, porque en los mapas no está hecha a escala, pero tiene la misma extensión que toda la Argentina".
Sólo en el período estival las personas viajan a la Antártida (por trabajos de investigación o militares que se ocupan de la logística de las bases). "Los días en que estuve hizo 7º. Tenía frío pero, para los que pasan allí todo el año, eso es verano. Llega a hacer casi 70º bajo cero", continuó.
Nada más llegar, Palazzini percibió lo duro que sería vivir en la Antártida: "El lugar es inhóspito, sólo se ve hielo y rocas. Hay mucho viento y todo es blanco. En esa zona no existe nada de vegetación".
La Argentina cuenta con siete bases permanentes y cuatro transitorias. Marambio es la única que tiene pista de aterrizaje para un avión de envergadura. Existe también un hangar y se hace la logística para las demás estaciones. Son bases científico-militares (sin fines bélicos) que están enmarcadas en el Tratado Antártida Militar.
En ese documento, los doce países miembros, entre ellos la Argentina, se propusieron emprender actividades científicas y no bélicas.
Hay expertos argentinos que dependen de la Dirección Nacional del Antártico (DNA) e investigan pingüinos, camalotes y glaciares. A su vez, los militares se ocupan de la logística. Todos viven en la Antártida durante un año y luego se hace rotación del personal.
En Marambio viven los científicos y los militares, mientras que en las otras bases (Esperanza, por ejemplo) las familias ocupan casas y hay hasta escuelas. El frío gélido exterior contrasta con la calidez de los módulos de Marambio, donde reina la camaradería.
"Estuve 18 días y, la verdad, es que el ambiente es como de una familia porque todos tienen sus horarios de trabajo. Se comparten muchos momentos agradables", comentó.
Palazzini confesó que se apasionó con la Antártida: "Viven argentinos cuidando nuestra soberanía y tenemos el orgullo de ser el país con 109 años de presencia en el lugar. Son los más antiguos de la Antártida. Cuando ves eso, te das cuenta de que son héroes, porque Marambio fue construida con pico y pala y durmiendo en carpas, cuando sólo se llegaba con un barquito".
"Viví una experiencia única que sólo el 1 por ciento de la población mundial puede hacerlo", concluyó el profesional.
Fuente: La Capital