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Derecho de autor
Autor de literatura infantil y escritor de ciencia ficción, Luciano Saracino obtuvo notoriedad cuando su novela “Germán, últimas viñetas” fue seleccionada en un concurso organizado por el INCAA para ser llevada a la televisión pública.
- ¿Cómo fue tu ingreso al mundo de las letras o la literatura?
- No podría decirte exactamente en qué momento llegaron a mis manos los libros porque creo que estaban a mi alrededor antes aun de que el alrededor existiera. Puedo asegurarte que leía desde muy chiquito todo lo que caía en mis manos, pero sobre todo devoraba lo que tuviera “forma de historieta”. Me fascinaba lo que hacía Enrique Alcatena en la revista Anteojito. Leía la Patoruzú y todo ese tipo de publicaciones que tanto disfrutamos los que nacimos en esta parte del mundo.
Pero te puedo mencionar un momento especial, y fue cuando mi viejo -a los cinco años- me mostró por primera vez El Eternauta. Él compraba las Hora Cero Semanal y las tiene encuadernadas, cuidadas como se cuidan los tesoros. Y aquella vez, cuando me hice paso en esa historia, creo que mi mundo cambió para siempre. No voy a decirte “ahí supe que quería ser escritor” porque era muy chico y es posible que todavía no tuviera conciencia de lo que significaba aquello. Pero sí puedo asegurarte que, ahí, hubo una puerta.
- ¿Quiénes fueron tus referentes en tu carrera como escritor?
- Puedo decirte, como te mencioné a Osterheld en El Eternauta, varias obras que me volaron la cabeza como El Mago de Oz, Peter Pan y La Historia Interminable. Creo que por esos tres libros amo escribir literatura infantil. Y luego, si te tengo que mencionar rápidamente un parnaso de autores, tendría que hablarte de H. G. Oesterheld, Ray Bradbury, Richard Matheson, Stephen King, Edgar Allan Poe, Carlos Trillo, Robin Wood, Neil Gaiman. Soy, digamos, un tipo con francas inclinaciones hacia lo fantástico. Es por eso que me siento cómodo en los universos creados por esos nombres que te digo.
- ¿Qué literatura o revistas leías de chico?
- Sobre literatura, ya te dije que me encantaban los relatos fantásticos. También leía mucho terror (Elsa Bornemann y su Socorro! me pusieron los pelos de punta durante años). Y en tanto revistas: Anteojito, Humi, Condorito, Tit Bits, Skorpio, Fénix, El Tony, Dartagnán, Fierro (esa la compraban mi viejo y mi hermano grande, y yo tenía que leerla medio a escondidas porque cada tanto aparecían unas chicas dibujadas por Altuna que despertaron bastante temprano al niño que fui). Y también esas revistitas apaisadas que durante un tiempo poblaron los quioscos: Patoruzú, Patoruzito, Isidoro, Afanancio, Capicúa, Fitito... ¿Te acordás? Era un lindo tiempo. Los quioscos de revistas eran un buen lugar para ir y mirar. Yo me acuerdo que en la estación de Villa del Parque había un puesto que vendía revistas viejas. Iba todos los días y me compraba por chirolas estos tesoros. Hoy hablás de esto y te miran como si fueras un bicho raro.
- ¿En qué momento empezaste tu militancia política y en qué partido?
- Siempre tuve una postura política frente al mundo. Ya en el secundario participaba en el centro de estudiantes, y si bien sabía que la mía era ir por la zurda, no tenía muy en claro el bando en el que quería participar. Pero en 2001 apareció Luis Zamora y me cambió la cabeza por completo. Yo lo veía como se mira a un héroe. Aparecía en la Plaza de Mayo cuando el país se caía a pedazos y la gente lo aplaudía. Tenía una presencia, un modo de hablar y un contenido en su decir. Me di cuenta de que había algo diferente en su discurso. Un “algo” de teoría política aplicada al mundo real. No podría explicarte lo que me pasó cuando lo conocí, pero estuve seguro desde el principio de que quería militar en su partido.
En 2003 comencé a militar oficialmente en Autodeterminación y Libertad, y llegué a ser asesor de Educación y Cultura en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Después apareció la literatura a ocupar todos los espacios de mi vida y ya no pude seguir militando full time. Pero sigo siendo parte de ese espacio. Y cada vez que puedo, doy una mano.
- Una reflexión sobre Oesterheld; a tu juicio, ¿que le aportó a la historieta?
- Antes de Oesterheld no estaba tan claro el concepto de “autor” en el mundo de las historietas. Todo parecía estar hecho con el mismo molde: buenos por un lado, malos por el otro; ganan los buenos. Y se acabó. Oesterheld vino a complejizar el asunto. Vino a contar historias más profundas. Con más lecturas posibles. Vino a levantar la media. A hacer de este medio de comunicación un lugar de calidad. Desde él, muchos decidieron tomarse en serio esto (que no es otra cosa que contar historias en cuadritos). Creo que es un aporte gigante como una montaña, ¿no?
- ¿Quién podría ser su sucesor al margen de las diferencias sociales y políticas entre aquella época y ésta?
- Cuando Oesterheld apareció, hubo varios escritores de historietas que siguieron su prosa. Entre ellos podemos encontrar a Robin Wood y a Ray Collins como los más notables. Pero sucedió que aparecieron, a fines de los setenta, autores que leyeron a Oesterheld de pibes y que ahora le daban una vuelta a aquello de contar historias: Carlos Trillo, sin dudas, fue el más importante de todos ellos.
Nosotros los guionistas de historietas -que hoy tenemos entre 35 y 45 años- somos más alumnos de Trillo que de Oesterheld. Pero Oesterheld está ahí; antes que todos.
Tenemos la suerte de tener en nuestro país excelentes guionistas de historietas que siguen dando grandes historias. Por nombrarte sólo algunos que es bueno tener en cuenta, te cito a Diego Agrimbau, Diego Cortés, Federico Reggiani, Alejandro Farías y Rodolfo Santullo (que es uruguayo pero lo queremos como propio).
- ¿En qué momento comenzaste a escribir “Germán...” ? Contá la experiencia del concurso.
- Cuando fallece Carlos Trillo me quedé con una sensación gigante de orfandad literaria. Se había ido el tipo al que recurría cuando me sentía abismado y que siempre tenía una palabra justa para sacarme del pozo. Entonces traje del cajón que uno guarda en el inconsciente la idea de escribir algo sobre Oesterheld. Una historia que cuente lo importante que es el paso de un tipo importante por la vida de los demás.
Y me senté y la escribí de un tirón. Luego se la llevé a Carlos Silva (que es un productor con el que habíamos trabajado juntos en La Nada Blanca) y la presentó en un concurso del INCAA... ¡que ganamos! El resto fue todo autopista: directores de lujo, actores que son un sueño... y una historia que -creo- merecía ser contada.
- ¿Pudieron llevar el proyecto a la TV Pública con total libertad y sin “restricciones o sugerencias” desde el Estado nacional?
- Ésa es una de las cosas más hermosas del proyecto: lo escribí absolutamente solo, sin otra voz que la que tenía en la cabeza, dictándome la historia. Pensá que cuando lo presentamos al concurso ya estaba escrito, por lo tanto nadie nos sugirió ni una sola coma. Lo mismo pasó durante el rodaje. No hubo una sola línea, un solo plano que no fuera pensado por nosotros.
Lo que sí tengo que decirte es que me junté muchísimo con Martín Oesterheld (nieto de Germán), que sumó mucho a la historia. Me interesaba que, antes que otra cosa, la historia les cierre a ellos; a la familia que quedó. Se ve en el resultado final: laburamos con total libertad.
- ¿Cuáles son los proyectos a mediano y largo plazo?
- Después de que “Germán...” saliera al aire, pasé -estoy pasando- por un momento que podría definirse como “crisis de la mediana edad”. ¿Con qué seguir? ¿Qué hacer ahora, que contaste una historia que es, en definitiva, casi todas las historias que querías contar?
Son momentos de pensar mucho. De ver para dónde salir. Me gustaría mucho hacer una serie de ciencia ficción. Poder contar una historia que no se haya contado nunca antes en la televisión local. Creo que estamos listos para emprender ese tipo de caminos. Así que el tiempo lo dirá.
- ¿Es complejo elaborar literatura infantil?
- Depende de qué tan cerca tengas al pibe que fuiste. Si te cuesta convocarlo, si está lejos, te va a quedar forzado. Escribir libros para chicos es tener una puerta a mano y atravesarla sin demasiados inconvenientes. Fui un pibe feliz. Y me encanta volver a esos recuerdos para preguntarme algunas cosas sobre lo que hago. Lo importante es no forzar el código. Los chicos tienen un paladar muy especial porque todavía no está muy atado por lo cultural. Si llegás a dar en el punto que los pibes están esperando de una historia, el premio es total. Tengo una hija chiquita y te puedo asegurar que verla durante un rato ya te alcanza para entender esa chispa que tienen en la mirada. Todo es nuevo para ellos. Cada cosa es un aprendizaje. Y los libros son parte fundamental del proceso.
- ¿A qué factor/es le atribuís la responsabilidad respecto de las polémicas, comentarios y opiniones encontradas- vía Facebook- que desata la serie en su desarrollo?
- Ahora que la serie terminó y ya se pasó por la TV Pública y estamos en el momento en que sigue girando alrededor de Internet, puedo decirte que si hubo “voces disidentes” ahora ya no se escuchan. Naturalmente, están los que la hubieran contado de otro modo. Pero nadie grita que se trate de una serie mal realizada, ni mucho menos. Creo que los cinco o seis capítulos finales cerraron un círculo que a alguna gente le estaba dando un poquito de picor. Y eso me alegra muchísimo.
- ¿Por qué pensás que la serie despierta, a veces, prejuicios o inmediatas críticas sin haber visto el producto?
- Porque los argentinos tenemos esa manía de pensar que si algo está realizado por algún canal estatal está hecho por militantes pro-gobierno y que si alguien trabaja en Clarín o La Nación entonces es un conspirador. Hay mucho de eso de “si lo pasan en la TV Pública yo no lo veo”. Y es una lástima. Porque la verdad es que se está produciendo mucho y muy bueno (tanto ahí como en Encuentro, en Paka Paka y otras señales que fueron apareciendo).
Además, pensá que hicimos una serie sobre Oesterheld y con todo esto del Nestornauta y la mar en coche daba para pensar que íbamos a hacer una serie propagandística. Si no viste la serie porque pensaste eso, es una lástima. Por ahí te perdiste una buena historia, por un prejuicio que, encima, no responde a la realidad.
Fuente: El Litoral