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“Ahora lucho contra el paso de los años”
Mikhail Baryshnikov vino a presentar la exigente pieza “The Old Woman”. En charla con La Razón, dijo: “Comparado con esto, bailar era una pavada, je”. Siente que retirarse “sería como morir de a poco”.
Mikhail Baryshnikov es la fiel representación de ese dicho sobre “la humildad y el respeto de los verdaderos grandes”.
El más grande bailarín de la segunda parte del siglo XX llegó a Buenos Aires para dar a conocer ese suceso mundial llamado “The Old Woman”, que coprotagoniza con otro peso pesado como Willem Dafoe, que se representará desde esta noche en el teatro Opera.
Así como en boxeo existe la denominación del “mejor pugilista libra por libra”, Baryshnikov fue considerado el más completo de los artistas durante la década del 70, donde se erigió en un bailarín superlativo del American Ballet, además de descollar, luego, como director, coreógrafo y salir airoso en su rol de actor. “Pero yo no creo en los catálogos, en ponerle a todo un valor, un adjetivo. ¿De qué sirve? ‘El mejor’, ‘Magnífico’... Creo que deberíamos ser menos superficiales, estaríamos mejor”.
¿Eso lo dice ahora, o en su momento ya le incomodaban?
Ahora pienso distinto pero mejor, sé separar los tantos... En mi momento de bailarín, yo hice el mayor esfuerzo que pude para llegar a lo más alto, y hoy trato de mantener esa disciplina sin sobrepasar mis propios límites.
Así arranca la charla con “Misha”, que atendió a La Razón en un majestuoso salón del Hyatt, donde se hospedará hasta fin de mes. Sin divismo ni glamour, Baryshnikov bosteza, se disculpa y se excusa diciendo que desde que llegó al país no paró un instante. “Viajé a Mendoza hace dos días, pasé por el Festival de Tango, visité el Museo Malba y otros lugares donde ya estuve varias veces como el increíble Teatro Colón. Esta ciudad la conozco bastante bien y no deja de sorprenderme su estilo, su vida, su cultura y hasta su clima, no puedo creer que sea invierno. Esto en Nueva York –donde vive- es impensado”.
¿El tango le gusta?
Soy un enamorado... Gardel suena mucho en mi casa. “Caminito...”, “El día que me quieras”, “Por una cabeza”. Argentina es un país que culturalmente a mí me ha influenciado. Yo preparé muchos trabajos con Piazzolla sonando de fondo. Autores como Borges, de quien tengo varios libros... Siento que hay mucho en común entre la Argentina y Rusia, sobre todo culturalmente y el tipo de gente.
¿El tipo de gente?
Sí, por lo que veo hay gente trabajadora y sufrida. En Rusia creo que el pueblo padece a Putin (presidente ruso), padece al Kremlin, con quien no me identifico para nada. Pero prefiero no hablar mucho de política.
¿Qué significa “The Old Woman” en este momento de su vida?
Por empezar es mi presente laboral y el espectáculo más complejo y desafiante que me ha tocado. Porque es algo que nunca había hecho en un escenario.
¿Realmente?
Es de una exigencia estresante... Es una puesta que obliga a ser ecléctico, generoso con el otro (Dafoe), a la vez tengo que actuar, bailar, hablar en medio de una combinación de tonos, estilos (vodevil, ópera, películas mudas) y con dos personajes que estamos permanentemente cambiando. ¿Me puedo quejar al director? -bromea-. Me parece mucho para dos personas. Y algo importante: no olvidemos que tengo 66 años.
¿Siente más presión que cuando era bailarín tiempo completo?
Acá lucho con el paso de los años y con mi cuerpo, que responde. Pero cuando uno no tiene la fortaleza de los veinte o treinta años, la cabeza empieza a estar más atenta y se exige y requiere más concentración. No sé si es presión, pero sí mucha concentración. Bailar era una pavada comparado con esto, je.
Luce impecable Misha. Su rostro mantiene los gestos de galán que enamoró a Jessica Lange y a Isabella Rossellini, y su cuerpo menudito nada tiene que envidiarle a las épocas en que volaba por los escenarios.
¿Cómo se lleva con la edad?
Yo bien, no sé ella. En Rusia hay un dicho que dice: “un perro, por mas viejo, seguirá siendo un cachorrito”, je.
¿Por qué “The Old Woman” es tan aclamada?
Por el contenido y por el absurdo. Esto no es Shakespeare, ni Beckett, es teatro imprevisible, ambiguo, repentista. Gusta por igual en China, Australia, Estados Unidos y también cautivará aquí.
¿Cómo se relaciona con sus orígenes letones-rusos?
No he vuelto desde hace tiempo. En realidad, decidí que mi vida, que mi casa estuviera en otro lado (en Nueva York), pero no reniego de mis orígenes. Estoy al tanto de lo que sucede y cada vez más en contra del gobierno, del Kremlin.
¿Cuán lejos está el retiro?
No lo pienso. Yo me siento bien, activo y creo que pensar en el final de la actividad sería morir de a poco... Mente y cuerpo están saludables y la sangre me corre con fluidez, entonces sigamos adelante.
El oficio de entrevistar, a veces, te obsequia toparte con “próceres” como Baryshnikov, un artista sublime al que tendremos la chance de volver a ver sobre un escenario.
Fuente: La Razón