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Retrato: los tesoros que nos revelan a Victoria Ocampo

16/12 |

La casona de Beccar guarda obras, cartas y documentos que confirman la vehemente personalidad de su dueña

Bibliómana. Impulsiva. Apasionada por la verdad y la justicia. Así fue siempre, Victoria Ocampo. Y buena parte de los libros y las cartas que se atesoran en su casona de Beccar confirman su fuerte carácter y su inquietud por el mundo de las ideas, más que por el universo de la ficción.

Su lápiz rojo de carpintero, de trazo más que grueso, desnuda en los márgenes de muchos libros sus debates intelectuales. Esa marginalia se desborda con frecuencia y copa el centro del texto con frases en el idioma de la obra, para dejar sentada su postura frente al autor.

Horriblement Faux!!! (Horriblemente Falso!!! Escribe en la página 90 de Sex and Character de Weininger Otto, porque no coincide con su visión sobre la sexualidad de hombres y mujeres en su juventud). "Espantosa traducción del texto inglés que hicieron sin avisarme ni mandarme pruebas. Yo lo hubiera podido escribir en francés mejor que en inglés", asienta su rabia, aunque en lápiz de dibujo, en su artículo para Malraux, Être et dire.

El silencio es tan profundo en su escritorio de Villa Ocampo que uno puede imaginarse a la creadora de la revista Sur, y primera mujer en acceder a la Academia Nacional de Letras, en un estallido volcánico ante un autor al que sentencia con grafía contundente.

Sus comentarios, sus trazos, sus colores, permiten reconstruir los distintos estados de ánimo frente a las distintas ideas y la relación con sus autores. "Orejas" (hojas dobladas) en más de una publicación, dejan en claro que Victoria Ocampo no fue una coleccionista sino una consumidora de libros, que compraba con avidez, como una necesidad física.

Integrante de una gran generación de intelectuales, fue contemporánea de André Malraux, André Gide, Jacques Lacan, Albert Camus, Roger Caillois, Rafael Alberti, Pierre Drieu la Rochelle, Jorge Luis Borges, entre muchos otros nombres con quienes tuvo relación directa. De esos vínculos han quedado testimonios en dedicatorias, cartas manuscritas, dibujos y primeras ediciones en sus idiomas originales. No deja de sorprender el cambio de la letra de Borges en la medida en que va perdiendo su visión, aunque mantiene intacta su ironía: la define como "nuestra Primera Dama".

Sus tesoros, unos 12.000 volúmenes, alcanzan a más de un centenar de obras desde el siglo XVI, como Medicorum Omnium facile principis, de Hipócrates, de 1596, y a autores como Sarmiento, que le decidó a una tía abuela suya la primera edición de La vida de Dominguito. Esas piezas más delicadas son las únicas que se salvaron de su marginalia.

Fuente: La Nación

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